¿Qué hacemos con la producción de aluminio?

Gonzalo Sanz Cerbino

Vía Socialista

La burguesía planera es el gran lastre que hunde al país. Y no hablamos solo de pymes que sobreviven en el mercado interno a fuerza de subsidios. Es también el caso de Aluar, la única productora de aluminio primario en la Argentina, que exporta más del 70% de su producción. Detrás de esta historia de “éxitos” se encuentra la sombra del Estado argentino, al que los empresarios locales no se cansan de condenar en público, mientras lo parasitan en privado.

Una industria exitosa

Aluar es, desde varios puntos de vista, una empresa exitosa. Con una capacidad de producción de 460.000 toneladas anuales de aluminio primario, su planta de Puerto Madryn se encuentra en el primer quintil mundial en cuanto a capacidad productiva. Además de abastecer por completo al mercado local, Aluar exporta, en promedio, el 70% de su producción, teniendo a Japón y Estados Unidos como sus principales destinos y generando alrededor de 550 millones de dólares en divisas por año. Esto constituyó, en la última década, entre el 0,89 y el 1,53% de todas las exportaciones de la Argentina en un año. Con ello, Aluar mantuvo históricamente el 1% de la producción mundial de aluminio primario, aunque ese porcentaje ha descendido en la última década alcanzando el 0,73% en 2019. El éxito de Aluar es, ante todo, de su dueño, Javier Madanes Quintanilla, que según la revista Forbes posee un patrimonio de 590 millones de dólares, que lo ubican en el puesto 18 entre las principales fortunas argentinas.

La posición alcanzada por Aluar se consiguió a fuerza de inversiones. La planta, construida a principios de los ’70, se proyectó para producir unas 140.000 toneladas de aluminio por año, pero ya para los ’80 las inversiones realizadas permitieron elevar su capacidad productiva a 170.000 toneladas. A fines de los ’90 una ampliación de la planta permitió elevar esa capacidad a 270.000 toneladas anuales y con una importante inversión realizada en 2009 esta alcanzó las 460.000 toneladas. Con cada salto en su escala mejoró notablemente su productividad, lo que le permitió mantener su lugar en el mercado mundial. A su vez, desde los ’80, Aluar comenzó a ganar peso en el mercado de semielaborados y terminados, adquiriendo las plantas locales de sus principales competidoras. En 1983 compró Kicsa, antigua planta de Kaiser. En 1992 conformó C&K, al fusionar Kicsa con Camea (de la multinacional Alcan), su principal competidora a nivel local. Cuatro años después, adquirió el 51% del paquete accionario de C&K. La empresa se transformó en la División Elaborados de Aluar. En 1998, finalmente, compró Refinerías Metales Uboldi, pasando a controlar de esa manera la producción local de productos elaborados y semielaborados de aluminio.

Aún así, Aluar está lejos de alcanzar a los líderes mundiales. Su producción representa poco más del 1% de la de China, que encabeza el podio con 37 millones de toneladas por año, y apenas supera el 10% de la de Rusia e India, que con 3,6 millones de toneladas cada uno, siguen a China en el ranking. A nivel de planta, aunque de tamaño considerable, el establecimiento de Aluar en Puerto Madryn está lejos de alcanzar la capacidad productiva de sus pares en China, India o Rusia, donde varios establecimientos superan el millón de toneladas anuales. A su vez, aunque a nivel individual la única planta de aluminio primario de Aluar (y de Argentina) supera en capacidad productiva a cualquiera de las plantas de Alcoa, una de las empresas líderes en el mundo, la capacidad de todas las plantas de esta empresa sumadas multiplica por 10 la de Aluar. En términos de productividad, ciertos cálculos ubican a Aluar por encima de algunos de sus principales competidores en el mundo, como Rusal y China Hongquiao. En relación a los costos Aluar equipara a Rusal, pero está muy por detrás de la productora china. Es por esta razón que solo cuando el precio del aluminio se encuentra alto en el mercado mundial, los costos de Aluar están por debajo del precio internacional y cuando no, la empresa pierde competitividad. Por eso, sufre oscilaciones en su tasa de ganancia e incluso años con pérdidas.

A la sombra del Estado…

Las posiciones alcanzadas por Aluar, sin embargo, no hubieran sido posibles sin la permanente asistencia del Estado argentino, que la empresa recibió desde sus orígenes. Entre las ayudas recibidas por Aluar se destaca, en primer lugar, la inversión estatal que hizo posible su instalación. La familia Madanes, dueña en ese momento de la fábrica de neumáticos Fate, se adjudicó en 1971 la licitación de un proyecto de inversión público-privado para la instalación de la planta de aluminio en Puerto Madryn. El Estado asumió la construcción de dos obras de infraestructuras imprescindibles para el funcionamiento de Aluar: la construcción de un puerto de aguas profundas, necesario para importar la materia prima (bauxita) y la represa hidroeléctrica Futaleufú, que proveería a la planta de energía eléctrica, el principal insumo para la producción de aluminio. A su vez, la provincia de Chubut vendió a Aluar las tierras donde se instalaría la planta y las viviendas del personal a una milésima parte de su valor. La adjudicación del proyecto no estuvo exenta de escándalos. Los Mandanes ganaron la licitación gracias a los oficios de José Ber Gelbard, accionista minoritario de Fate, máximo dirigente de la Confederación General Empresaria (CGE) y futuro ministro de economía de Perón. Congraciarse con el dirigente empresario peronista resultaba prioritario para el entonces presidente de facto Alejandro Lanusse, que contó con su apoyo para negociar el retorno de Perón al país. El escándalo por la adjudicación irregular de Aluar continuó durante años. La Comisión Investigadora Bicameral creada en 1974 determinó la presencia de múltiples irregularidades aunque no llegaron a una conclusión unánime: mientras los senadores propusieron la expropiación de las acciones de Aluar, Diputados propuso su intervención. La decisión quedó en manos de la última dictadura, que intervino la empresa si cuestionar la propiedad de los Madanes.

Pero la cosa no quedó ahí. Cada inversión importante realizada por Aluar desde ese momento contó con un significativo apoyo estatal. Las inversiones realizadas durante los ’80 se hicieron gracias a los créditos subsidiados y los avales del Banco Nacional de Desarrollo. Y eso, sin contar los beneficios de la estatización de deudas durante la última dictadura. A su vez, Aluar pudo adquirir dos activos clave durante las privatizaciones en los ’90, pagados en buena medida con títulos de la deuda argentina devaluados: Futaleufú y las líneas de alta tensión que unían la represa con Puerto Madryn. La posibilidad de elevar la producción dependía de garantizar un mayor abasto de energía eléctrica. Por eso, Aluar comenzó a demandar del Estado (y consiguió) la interconexión de sistema eléctrico patagónico con el nacional. Dicha obra se anunció en 2001, y sería financiada en un 80% por el Estado y en un 20% por Aluar, aunque la empresa sería la principal beneficiaria. Finalizada la obra de interconexión, Aluar pudo avanzar con la ampliación que finalizó en 2009. Esta nueva inversión también contó con subsidios estatales: un tercio del proyecto fue financiado por el Estado, que puso 690 millones de pesos en el marco de la Ley de Promoción de Inversiones de Lavagna de 2005. Solo ese proyecto consumió el 62% de los fondos asignados por el gobierno a financiar el programa. La ley fue hecha a medida de Aluar. Más recientemente, Aluar aprovechó los beneficios que brindaba el Estado para la instalación de parques eólicos, con el objetivo de aumentar su capacidad de autoabastecimiento energético. Pero el Estado no solo se pone cuando Aluar realiza inversiones, también cuando hay que afrontar gastos excepcionales, que debería pagar la empresa. En enero de 2021, desembolsó 300 millones de pesos y proporcionó asistencia financiera (a muy largo plazo y bajo interés) por 1.000 millones para que Transpa, la empresa de los Madanes que administra las líneas de alta tensión que interconectan Futaleufú, reponga las torres caídas durante una tormenta en el invierno anterior 1.

Como se observa, prácticamente no existen en la historia de Aluar inversiones de magnitud que no hayan sido financiadas, en parte o en su totalidad, por el Estado argentino. Pero no es este el único beneficio que la empresa recibió. El contrato de 1971 estipulaba también que Aluar no pagaría o tendría exenciones en el impuesto a las ganancias, a los sellos e IVA, entre otros. Tuvo facilidades y eximición de aranceles para la importación de equipos, materias primas e insumos (en los ‘70 y ’80, gracias al contrato original y, posteriormente, gracias a otras leyes). También recibió un subsidio a sus exportaciones del 10%, más 10% adicional gracias al Régimen de Reembolso a las Exportaciones Patagónicas, que estuvo vigente en los ’80 y ’90, más el 5% adicional por exportar a “nuevos mercados”. A partir de 1986, también se benefició del régimen de devolución de impuestos a las exportaciones manufactureras. En general, siempre mantuvo algún tipo de subsidio a las exportaciones, y solo cuando alguna devaluación importante los benefició significativamente (como en 2018) tuvieron que pagar retenciones 2.

También accedió jugosos contratos con el Estado, como las 12.000 toneladas de conductores vendidos para la construcción de la represa de Salto Grande en 1977 o la provisión de insumos para líneas de transmisión en 1978, que le permitieron compensar la caída de ventas en el mercado interno en momentos de recesión. Y contó, además, con protección aduanera para los productos que fabricaba, lo que le permitió durante muchos años vender internamente a un precio superior al internacional. Gracias a esa protección, que no se terminó con el menemismo, a fines de los ‘90 pudo ahogar a su competencia en el mercado de elaborados y semielaborados. Manteniendo altos los precios del aluminio primario (que sus competidores debían pagar porque, merced a los derechos aduaneros, importar era más caro) y bajos los de semielaborados y terminados, fue desplazando a la competencia, hasta que terminó comprando sus empresas. Esa protección se mantiene aún hoy, bajo otras formas, como la aplicación de barreras antidumping para resguardar su mercado del aluminio chino 3.

Electricidad regalada

Así y todo, aún falta hablar del principal subsidio que recibe Aluar: el precio de la electricidad. La producción de aluminio primario es una actividad electrointesiva. La electricidad es su principal insumo (seguido por la bauxita, de la que se extrae la alúmina, que se importa), constituyendo el 30% de los costos. Aluar consume tanta energía como la ciudad de Córdoba, de ahí la importancia que tuvo la construcción de Futaleufú. Con la adjudicación inicial, el Estado firmó un contrato para la provisión de energía eléctrica desde Futaleufú a un precio subsidiado, por el que Aluar pagaba un 57% del precio promedio a otros usuarios. Este contrato tenía vigencia por 20 años, pero desde su vencimiento en 1991 fue prorrogado hasta que Futaleufú fue comprada por Aluar. Hacia fines de los ’90, en la medida en que la producción se ampliaba y la demanda de energía eléctrica crecía, volvió a aparecer el Estado: primero con un contrato para la provisión de gas a través de YPF (todavía una empresa estatal), para alimentar la nuevas turbinas que incorporó Futaleufú; y luego financiando la interconexión con el sistema eléctrico nacional. Pero desde la interconexión se inició un conflicto que aún perdura, ya que el sistema nacional tiene costos mayores que Futaleufú (porque los distintos sistemas de producción de electricidad tienen costos distintos), que Aluar se niega a pagar. Pretenden beneficiarse de las ventajas de estar enganchados al sistema nacional sin pagar sus costos. Esto es la posibilidad de disponer de la energía necesaria para ampliar la producción, de tener una reserva de energía o incluso de vender el excedente, algo que Aluar supo aprovechar en pandemia frente a la paralización de la producción.

El conflicto no emergió mientras distintos gobiernos mantuvieron las tarifas atrasadas: la electricidad era barata para todos, también para Aluar. Pero en los momentos de ajuste de tarifas, aparece el llanto de la burguesía planera, que siempre termina consiguiendo mantener el subsidio. Ya en 2006, el gobierno creó la figura del Gran Usuario Interrumpible, que le permitió a Aluar quedar eximida de pagar los sobrecostos derivados de la interconexión. En 2013, Aluar llegó a un nuevo acuerdo con el gobierno para seguir eximida del pago de los sobrecostos, a cambio de reducir su consumo de gas. En 2016, cuando Macri dispuso un aumento de la tarifa eléctrica, Aluar negoció con la Secretaría de Energía un trato preferencial. Se creó así la figura de los “usuarios ultra-electrointesivos”, creada nuevamente a medida de Aluar, que es prácticamente la única empresa que entra en ese régimen. De esa manera Aluar mantuvo tarifas en torno a los 17 o 18 u$s por megawatt/hora (MWh), superiores a los 11 a 15 u$s que pagó durante el período anterior, pero muy por debajo del costo marginal de la energía que, según el período, se ubicó entre los 40 y los 59 u$s por MWh. La resolución que establecía la tarifa subsidiada para industrias ultra-electrointensivas tenía fecha de vencimiento, lo que no impidió que fuera prorrogada en 2018 y 2019. Finalmente, en octubre de 2021, ya con nuevo gobierno, Aluar consiguió un nuevo acuerdo para mantener congelada su tarifa energética, esta vez a cambio de “aumentar su producción”, lo que iba a hacer de todos modos pasada la pandemia 4.

He aquí el secreto de la competitividad de Aluar: hace 50 años que pagan por su principal insumo, que es provisto por el Estado, un tercio de su valor. Aluar ha pagado, desde que inició operaciones, entre 11 y 18 u$s por MWh, cuando el costo de la energía en la Argentina se ubicó entre los 40 y 59 u$s. Eso le permitió tener una ventaja frente a sus competidores, ya que como los propios directivos de Aluar reconocen, el costo promedio de la energía para la producción de aluminio primario en el mundo se ubica en torno a los 28 u$s por MWh 5.

¿Qué hacemos con Aluar?

Como venimos señalando en El Aromo, el gran problema de la Argentina es la burguesía planera. Empresarios parásitos que sobreviven en el mercado interno a fuerza de subsidios, dilapidando recursos públicos. Pero no todos los parásitos tiene el mismo perfil: algunas empresas, como Techint, luego de hacer base en Argentina se lanzan a competir en el mundo. Es el caso de Aluar, una empresa exitosa a costa del Estado. O sea, del aporte de los trabajadores. Tiene costos que le permiten exportar y genera anualmente más de 500 millones en divisas. Pero ese éxito no es de los empresarios que la administran, sino del Estado argentino, que financió el grueso de sus inversiones y hace 50 años que subsidia su principal insumo.

Así y todo, Aluar no es una empresa estatal. Ni siquiera una empresa mixta. Es una empresa privada, que ha convertido a su dueño en millonario. El Estado ha invertido millones en Aluar, que no han retornado de ninguna manera, porque no nos han proporcionado un insumo más barato, han pasado buena parte de sus 50 años de existencia eximidos de pagar impuestos e incluso, hasta les pagamos por exportar.

Como propone Vía Socialista, la Argentina debe dejar de subsidiar empresarios parásitos. Eso incluye a Aluar. Y si no pueden sobrevivir sin subsidios, el Estado se hará cargo de la producción: de esa manera haremos nuestra, finalmente, la riqueza social invertida durante medio siglo para sostener Aluar. De la mano del Estado, en el marco de un programa de desarrollo socialista y gracias a la planificación centralizada, Aluar puede convertirse en una empresa insignia. Su principal problema hoy día, la reducida escala, puede superarse de esa manera, permitiendo dar un nuevo salto en su productividad que la ponga al nivel de los grandes jugadores en el mercado mundial del aluminio.


Publicado en El Aromo Nueva Época N° 8 – Enero 2023

  1. Maito, E.: “La valorización del capital en ALUAR (2000-2017)”, H-Industri@, N° 24, 2019; Rougier, M.: “Estrategias empresariales en contextos de alta incertidumbre. Desafíos de una empresa productora de aluminio en la Argentina (1970-2001)”, Apuntes 70, Vol. XXXIX, N° 70, 2012. ; Página/12, 31/8/02 (https://bit.ly/3Vc8OCp) y 11/12/05 (https://bit.ly/3I3Acj0); Portal Energía y Transporte, 9/1/21 (https://bit.ly/3VaIfO8).
  2. Rougier, op. cit.; Página/12, 31/8/02.
  3. Rougier, op. cit.; iProfesional, 9/3/20 (https://bit.ly/3vce8eK).
  4. Doncel, op. cit.; Rougier, op. cit.; www.argentina.gob.ar, 13/10/21 (https://bit.ly/3PP7B2T).
  5. Doncel, op. cit.

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *