Los que realmente sobran…
Las leyes de promoción industrial y el gasto tributario en la Argentina

Gonzalo Sanz Cerbino

Laboratorio de Análisis Político

En la medida en que la crisis que atraviesa la Argentina se profundiza y no se ve ninguna luz al final del túnel, aparecen las explicaciones sobre por qué estamos como estamos. De la mano del liberalismo, se han generalizado desde hace algunos años dos explicaciones, que se caen apenas uno empieza a buscar algunos datos. La primera es que el problema son los “planeros”, los obreros desocupados que sobreviven a duras penas gracias a alguno de los planes sociales que otorga el Estado. La segunda es que en Argentina, los empresarios no invierten porque se pagan muchos impuestos. Ambas explicaciones resultan solidarias: la carga tributaria es alta porque debe sostener los gastos estatales, elevados, entre otras razones, por la cantidad de planes sociales. Es curioso que sean los empresarios (y los paladines defensores de la propiedad privada) los que esgriman estas explicaciones, porque en Argentina son pocos los empresarios que pagan todos los impuestos que deberían pagar, según lo ordena el propio Estado burgués y los gobiernos que ellos mismos financian.

Ya hemos abordado este tema en números anteriores de El Aromo, analizando por ejemplo el empleo en negro 1. Según cálculos conservadores, en ese artículo estimábamos que los patrones se ahorraban anualmente más de 10.000 millones de dólares de impuestos al no blanquear a sus trabajadores. También reconstruimos la masa del gasto público destinado a subsidiar a la burguesía, que se mide en millones, por supuesto, y supera holgadamente el gasto social del Estado 2. Retomando esta línea de investigación, que continuarémos en futuras entregas de El Aromo, en este artículo abordaremos otra gran caja con que el Estado argentino subsidia a los patrones: las leyes de “promoción industrial” y su consecuencia, el “gasto tributario”. ¿No sabe de qué hablamos? Siga leyendo y se va a enterar quienes son los que nos hunden en el pantano…

Las leyes de promoción industrial

Desde hace al menos 80 años, en la Argentina rigen distintos regímenes de promoción industrial (y también para actividades económicas no industriales). Hay por lo menos 17 regímenes nacionales y, además, cada provincia cuenta con una o dos leyes de promoción propias. Entre las leyes nacionales encontramos las que buscan promover la inversión en ciertas zonas, las que favorecen a determinadas empresas por su tamaño (regímenes para el “fortalecimiento” de pequeñas y medianas empresas) y las que apuntan a promover ciertas actividades: Promoción de la actividad minera (Ley N° 24.196), Régimen de inversiones para bosques cultivados (Ley N° 25.080), Régimen de promoción de la economía del conocimiento (Ley N° 27.506), Régimen de promoción de la industria del software (Ley N° 25.922), Régimen autopartismo argentino (Ley N° 27.263). Y podríamos seguir un largo rato…

El denominador común de todas estas leyes es que eximen a los burgueses que ingresen a estos regímenes (sea por el tamaño del capital, por la zona en que se radiquen o por lo que produzcan) del pago, total o parcial, de ciertos impuestos. Desde el impuesto a las ganancias hasta derechos de importación para la compra insumos o maquinaria, pasando por las contribuciones patronales a la seguridad social y los impuestos sobre los créditos y débitos, o los impuestos locales en las leyes de promoción de cada provincia. Todos estos regímenes implican que quienes se acojan a ellos dejan de pagar uno o varios impuestos, y el abanico de beneficios es tan amplio que sería difícil encontrar en la Argentina algún patrón que pague todos y cada uno de los tributos que le corresponden. Y sin embargo, los caraduras se quejan del peso de los impuestos…

Como resulta evidente, toda esta batería de leyes implica una montaña de dinero de impuestos que el Estado deja de recaudar en nombre de sostener la actividad económica de la burguesía. ¿Pero de cuánto estamos hablando? Anualmente, la Dirección Nacional de Investigaciones y Análisis Fiscal realiza este cálculo, que se denomina “Gasto Tributario”, para los impuestos nacionales. Veamos qué cifra nos da para los últimos años.

El Gasto Tributario en la Argentina

Anualmente, la Dirección Nacional de Investigaciones y Análisis Fiscal, organismo perteneciente a la Subsecretaría de Ingresos Públicos del Ministerio de Economía, realiza una estimación del Gasto Tributario. Como señalamos, este es el monto de impuestos que el Estado deja de recaudar por las exenciones previstas en distintas leyes. Durante 2022, se estima que el Estado se va a abstener de recaudar 1.587.257,8 millones de pesos. O lo que es lo mismo, 1,6 billones de pesos 3. Eso equivale a un 2,64% del PBI. Sin embargo, exenciones impositivas hay muchas, y no todas benefician a la burguesía (no al menos directamente). Por ejemplo, los libros no pagan IVA, y hasta 2020 ciertos productos de la canasta alimentaria tampoco. En esta ocasión nos vamos a limitar a estimar el peso del Gasto Fiscal correspondiente a los “regímenes de promoción económica”, es decir, de lo que beneficia en forma inmediata a las empresas. Dejamos para más adelante el análisis del Gasto Tributario generado en base a “normas de los impuestos” (es decir, contempladas por el propio impuesto). Aunque no toda exención establecida en la norma de los impuestos implica un alivio que beneficia al conjunto de la población 4, es claro que todas las exenciones relacionadas con regímenes de promoción económica representan un beneficio fiscal para la burguesía.

Tomemos, entonces, este último número como indicativo de la porción del Gasto Tributario que beneficia directamente a los patrones (o sea, de aquellos impuesto que el Estado argentino deja cobrar a la burguesía para favorecer sus negocios, una forma de subsidiar la actividad empresaria). Repetimos: se trata de un cálculo conservador, porque como señalamos, muchas de las exenciones contempladas en las normas de los impuestos también constituyen subsidios a la burguesía. Para 2022, el Gasto Tributario por regímenes de promoción se estima en 463.412,1 millones de pesos. Un 0,77% del PBI.

Y este año no es una excepción: como se puede ver en el Gráfico 1, el Gasto Tributario en los últimos 20 años osciló entre los 900.000 y 1.600.000 millones de pesos, y entre 2 y 3,5% del PBI. Y, a diferencia del Gasto Tributario total, que muestra más oscilaciones, el Gasto Tributario originado en regímenes de promoción económica muestra una clara tendencia ascendente en los últimos 20 años, como se observa en el Gráfico 2. De hecho, si medimos la evolución del Gasto Tributario originado en regímenes de promoción como proporción del Gasto Tributario originado en las normas de los impuestos (Gráfico 3), se observa cómo el primero crece en relación al segundo, pasando de representar un 16,34% en 2001 a un 41,3% en 2022. Es decir, a mediano y largo plazo, el porcentaje de subsidios directos a la burguesía, no importa quién gobierne, tiende a crecer frente a subsidios que impliquen beneficios a otros sectores de la población o bien subsidios indirectos a la propia burguesía.

Gráfico 1: Gasto Tributario (estimado), 2001-2022 (en millones de $ 2021, eje izquierdo, y en % del PBI, eje derecho)

Fuente: “Informe sobre gastos tributarios. Estimación para los años 2020-2022”, op. cit.

Gráfico 2: Gasto Tributario (estimado) por regímenes de promoción económica 2001-2022 (en millones de $ 2021)

Fuente: “Informe sobre gastos tributarios. Estimación para los años 2020-2022”, op. cit.

Gráfico 3: Gasto Tributario originado en regímenes de promoción económica como proporción del Gasto Tributario originado en normas de los impuestos, 2001-2022 (en %)

Fuente: “Informe sobre gastos tributarios. Estimación para los años 2020-2022”, op. cit.

La que sobra es la burguesía

Desde un punto de vista marxista, se podría demostrar que los impuestos no son más que porciones de plusvalía producida por la clase obrera. De modo que los empresarios no pagan impuestos, por la misma razón de que no pagan nada, todo es plusvalía, es decir, trabajo expropiado al productor directo, es decir, al obrero. Sin embargo, no hemos querido, a propósito, entrar al tema por ese lado. Queremos desafiar el consenso liberal en marcha en su propio terreno, es decir, suponiendo que lo que los empresarios entregan como impuestos es “mérito” propio. Y lo que observamos es que ni siquiera en ese terreno es verdad eso de que los pobres empresarios “generan valor” para mantener “mangas de vagos” a fuerza de vivir aplastados por un Estado impiadoso que se ensaña con ellos. Pero hay algo todavía peor: a pesar de ser beneficiados con sistemas de desgravación impositiva generosos, no han sabido, con ello, hacer nada productivo.

Los regímenes de promoción económica, industriales y no industriales, existen en la Argentina desde hace al menos 80 años. Ocho décadas subsidiando a la burguesía, por este y otros mecanismos. Nos metieron el verso de que esa era la forma de impulsar el desarrollo industrial. Que subsidiar a los patrones era un gran negocio, porque a la larga esas empresas iban a crecer, generando empleo y riqueza para el país, y que se iban a independizar de la tutela estatal. Pero aquí estamos, hundidos en el fango, en una crisis que lleva décadas, y seguimos sosteniendo a los patrones con la riqueza que generamos nosotros, los obreros. En 2022, solo por las exenciones impositivas contempladas en los regímenes de promoción industrial nacionales, le regalamos a la burguesía 463.412,1 millones de pesos. Y esa es solo la punta del iceberg: ¿Cuánto más se dejó de recaudar por los regímenes de promoción provinciales? ¿Cuánto por la evasión impositiva? ¿Cuánto derrochamos en sobreprecios en la obra pública? ¿Cuánto en créditos a tasas subsidiadas? ¿Cuánto embolsa la burguesía importando a un dólar al que solo ellos pueden acceder? No es tiempo de llorar sobre la leche derramada, pero no está mal recordar que estas cifras, que alcanzan fácilmente decenas de billones de pesos, se derrochan año a año, desde hace décadas.

Si a esos recursos se le hubiera dado otro fin, qué lejos estaríamos de donde nos encontramos hoy. Pero miremos al futuro: ¿cuántas cosas podríamos hacer con todos estos recursos? Aquí, en esta enorme caja negra de subsidios directos e indirectos a la burguesía, se encuentran recursos para sacar a la Argentina del pozo. Para poner en pie un Estado productor, que concentre los medios de producción, que eleve la productividad, que desarrolle la producción de bienes de alta tecnología en una escala adecuada para lograr exportar y dejar de depender de la soja. Que asigne racionalmente los recursos en pos de alcanzar lo que la burguesía nunca pudo darnos: un verdadero desarrollo económico, que nos garantice una buena vida a todos los que habitamos este suelo. Hemos desarrollado este plan en Argentina 2050 5, la plataforma electoral de Vía Socialista. Los recursos para lograrlo están ahí, al alcance de la mano. Solo necesitamos arrancárselos a la burguesía planera. Porque los que sobran son ellos, no nosotros.


Publicado en El Aromo Nueva Época N° 1 – Junio 2022

  1. Villanova, Nicolás: “Negreros. El empleo no registrado como uno de los pilares de la “década ganada”, El Aromo, N° 81, marzo de 2016, disponible en https://bit.ly/3lJai7Y.
  2. Bil, Damián: “Sobre la burguesía planera. Las transferencias estatales al capital, de Cristina a Mauricio”, El Aromo, N° 102, agosto de 2018, disponible en https://bit.ly/3wPBhnA.
  3. Dirección Nacional de Investigaciones y Análisis Fiscal, Subsecretaría de Ingresos Públicos, Secretaría de Hacienda del Ministerio de Economía: “Informe sobre gastos tributarios. Estimación para los años 2020-2022”, septiembre de 2021.
  4. Por ejemplo, dentro de este rubro se contempla la reducción de las contribuciones patronales a la seguridad social en ciertas zonas geográficas o ciertas industrias –medios audiovisuales, sector textil y economías regionales-, que en 2022 significarán para el Estado una pérdida de 63.119,4 millones de pesos.
  5. Sartelli, Eduardo: Argentina 2050. Una Vía Socialista posible, Ediciones ryr, 2022, disponible en: https://bit.ly/38m9GlB.

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