Salvar el ambiente, con las personas

El ecologismo se puso de moda. No es para menos, es un problema realmente serio. El asunto es que se lo toma muy a la ligera y se cree que todo pasa por mantener el medio ambiente ajeno a toda intervención del ser humano. Eso hace que el ambiente quede por delante de las personas, y se sostengan planteos que atentan contra el conjunto de la humanidad.

Un caso muy común es el de la “megamineria”. Hablar de “megaminería” es hablar de minería, pero en un tamaño mucho más grande y es suponer que la “minería” tradicional es menos o directamente no es perjudicial para el medioambiente. Al respecto, sabemos lo que no queremos: un ambiente envenenado, hecho de muerte y desolación. Hay que preservar el ambiente. Pero hay que preservarlo con las personas, para las personas.

Porque es la minería lo que permite, por ejemplo, leer estas palabras: los teléfonos celulares, los microchips, los cables que conducen electricidad, etc., no existirían sin los minerales que el trabajo humano extrae de la tierra.

Veamos entonces lo que sí queremos.

Chile exportó, en 2020, unos 30 mil millones de dólares sólo por cobre. Diez veces más que Argentina. Esto representa casi el 60% de las exportaciones chilenas. La mayor parte, de una sola empresa: CODELCO (Corporación Nacional del Cobre de Chile), nacionalizada en 1971. Así, CODELCO es responsable de más del 10% del PBI chileno, y aporta casi el 10% de los empleos directos e indirectos. Además, los salarios mineros chilenos son 97% más altos que el promedio salarial en Argentina.

En Australia, gas y petróleo forman el 60% de las exportaciones. Y la minería australiana recibe el 46% de las inversiones directas: 446 mil millones de dólares, que equivalen a todo el PBI argentino.

En Canadá, la industria minera ofrece 620 mil empleos directos e indirectos. Esto equivale a la mitad del empleo estatal hoy en Argentina.

No hablamos de algo que no tenemos. Hablamos de algo que sí tenemos y no aprovechamos por una mezcla de empresarios parásitos, políticos inútiles y cierto ecologismo que parece no ver de dónde sale el teléfono que lleva en el bolsillo.

A esas explotaciones que nos estamos perdiendo de aprovechar hay que agregarle lo que perdemos por evasión impositiva. En 2010, minera La Alumbrera declaró que exportaba oro y cobre, pero no declaró medio centenar de minerales porque no pagan impuestos: las llamadas «tierras raras», que sirve de insumo para producir baterías, circuitos, telefonía celular, cámaras fotográficas, rayos X, iluminación y un vasto etcétera. China es el principal productor de tierras raras. Cada automóvil eléctrico utiliza 11 kilos de minerales de las tierras raras: si el paradigma está cambiando hacia el uso de autos eléctricos, ¿se ve el enorme negocio que nos estamos perdiendo? Millones de toneladas. Argentina podría competir con China.

La potencialidad minera de Argentina equivale, económicamente, a dos o tres regiones pampeanas. ¿Por qué no se aprovecha? Recordemos lo que pasó con las vacunas durante la pandemia: Pfizer hizo las pruebas en Argentina y por eso teníamos asegurado un lote con 14 millones de dosis para fines de 2020; pero el gobierno privilegió el negocio con empresarios parásitos: Sigman (amigo de Alberto), para comprarle AstraZeneca a China, y Richmond (amigo de Cristina), para comprarle Sputnik a Rusia. En vez de invertir en el desarrollo nacional de una vacuna argentina (tenemos científicos capaces e infraestructura para ello), se privilegió el negocio de empresarios parásitos. Así nos perdimos de morder algo en un negocio de 4 dosis para 7 u 8 mil millones de personas en todo el mundo.

La misma mezcla de parásitos e incapaces está desaprovechando Vaca Muerta: ¿quién hace el gasoducto? ¿Techint o China, a través de Cristóbal López?

Un Estado socialista no desaprovecharía las oportunidades. Porque un Estado socialista se comporta como un Estado productivo.

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