La fantasía de la “libertad” y el mercado

Los liberales le rezan todo el tiempo al dios del Mercado. Tienen una idea muy vieja: que los mercados pueden ser perfectos y armónicos, y que acomodan por su cuenta todos los melones en su lugar. Así, para los libertarios, gracias al mercado, se organiza la producción y el consumo de la mejor manera posible. Para esta gente, el mercado premia a los que “se esfuerzan” y castiga a los que “no han hecho demasiado”.

Por otro lado, si trabajaste para otro, tendrás tu justa retribución, el salario. Pero no pidas de más: ajustate a lo que el Dios Mercado diga porque sino generás una distorsión. Si vos no te entusiasmás de más, con el Mercado, ganamos todos. En cambio, los impuestos, los reclamos salariales, la exigencia de mejores condiciones de vida, los convenios colectivos de trabajo, las conquistas obreras… todo eso es visto como una posible traba al mercado.

Así, para los liberales, si la Argentina se fue al tacho, es porque los trabajadores jodieron demasiado y el Estado –y la “casta”- les sacó mucho a los empresarios productivos. Con esa idea quieren rivalizar con el peronismo. Obviamente no saben nada de historia: si algo hizo el peronismo fue querer desarmar a la clase obrera, con represión y cooptación de los sindicatos. Pero, más allá de esto, en el fondo, a lo que se oponen es a que los obreros defendamos y peleemos por nuestros intereses.

Digamos las cosas como son. El mercado no es armonía pura. El mercado es el lugar donde los capitalistas se sacan los ojos. En el mercado, cada capitalista lleva sus mercancías y servicios, y el mercado los premia o no según si fueron lo suficientemente productivos. Y así a la larga, los capitales más fuertes se concentran y los otros se funden. Pero el problema inmediato de la propuesta de Milei es que choca de lleno con la supervivencia de la mayoría de los capitales en Argentina. Sin la ayudita del Estado, se funden todos. “Viva la libertad” es tirar todo el país al bombo.

Además, el mercado no asigna los recursos según los intereses de la sociedad, sino según los criterios de la ganancia. Por eso, nos hemos cansado de ver capitalistas que tiran alimentos (como si nadie los necesitara), negocios inútiles y hasta despreciables (como los casinos, las drogas o la prostitución) y la producción endémica de desocupados que los capitalistas no pueden absorber productivamente. O sea, con el mercado, la sociedad vive tirando recursos.

Otra cosa que te esconden los libertarios es el origen de la ganancia capitalista: la plusvalía. En realidad, los trabajadores vamos al mercado a vender nuestra fuerza de trabajo. Queremos vivir bien o mejor, o al menos, “tirar”. El capitalista, en cambio, te va a tratar de pagar lo menos posible y va a aprovechar para sacarte todo el jugo que pueda. Todo el chiste es que la diferencia entre lo que vos trabajaste para el capitalista y lo que efectivamente el capitalista te pagó, sea cada vez mayor. Esa es la plusvalía. Sí, la ganancia que el Mercado “reconoce” a los capitalistas, en realidad, es riqueza que producimos nosotros y que se queda siempre el capitalista.

Por eso, la idea de que el mercado por sí solo va a acomodar los melones es un delirio: es suponer que no hay intereses sociales de clases. Y que esos intereses no son contradictorios entre sí. Con esto, lo que Milei quiere es que los trabajadores entreguemos todo. Que no nos organicemos ni pretendamos conquistar nada. Es el razonamiento que nos venden los empresarios y que siempre algún compañero -de esos que les gusta ser mulo del patrón- compra: “no molesten pidiendo aumentos que sino la empresa se va y nos quedamos sin trabajo”.

Nosotros tenemos otra propuesta, muy superadora. Si el Estado concentra y organiza la producción en todos los sectores que haga falta, elevamos la productividad, garantizamos el empleo productivo para toda la población y posibilitamos que todo el mundo produzca más riqueza. Solo de ese modo, podemos elevar además el nivel de vida de la gente, reduciendo incluso la jornada laboral. La propiedad colectiva y la planificación en gran escala de sectores industriales estratégicos es la clave para no dilapidar más recursos.

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