Es difícil hablar de la vida docente como algo homogéneo. Las condiciones varían dependiendo de la provincia (o incluso la localidad) en la que vivimos, de la antigüedad que tenemos, de la materia que dictamos, del nivel, de la modalidad, de la rama en la que nos desempeñamos. Tal vez por esto, quienes militamos en una agrupación sindical docente, no siempre podemos interpelar bien a la mayoría docente y no podemos generar participación, no podemos convencer de que luchar con un objetivo claro, sirve y es imprescindible. Sin embargo, nos vamos a tirar el lance de hablarles a todos y todas. A quienes votaron a Milei, a quienes están en un sindicato, a quienes no paran por miedo a que sus estudiantes pierdan clases, a quienes no paran por los descuentos, a quienes defienden el paro como una herramienta fundamental, a quienes paran porque están cansados, a quienes llevan años en el sistema, aman su profesión pero están con mucha quemazón a cuesta, a quienes recién empiezan y tienen toda la ilusión de que con sus clases van a cambiar al mundo.
La discusión de todos los febreros, ¿inicio o no inicio?
Comienza el ciclo lectivo, nos damos cuenta que no nos alcanza enero para reponernos de todo el año. Hay quienes se pudieron ir de vacaciones seguramente exprimiendo la tarjeta, hay quienes aprovecharon a dormir todo lo posible, a pasar tiempo en familia, a leer algo, a arreglar cosas de la casa. Sea cual sea tu caso, lo más probable es que sientas que todavía no tenés fuerzas para afrontar todo lo que te espera: viajes largos si vivís en ciudades grandes; la incertidumbre de si perdiste horas si aun no tenés todas tus horas titulares; o bien una sobre carga horaria desde el primer día si tenés la suerte de tener todas las horas que necesitás para llegar a fin de mes; la cabeza puesta en cómo vas a hacer este año con cursos super poblados; o por el contario no tan poblados porque gran parte de tus estudiantes faltan y retener su entusiasmo y continuidad es un problema. O tal vez tu caso sea que trabajás en una privada muy cara en la que tenés que conciliar entre familias exigentes y salarios que no están a la altura. O puede ser que, como la gran mayoría, tenés estudiantes de familias muy pobres que van y esperan la vianda magra; o que, si en la escuela no hay vianda, compres vos las galletitas, el pan con mermelada, lleves algo y convides porque el hambre que notas te duele. O tal vez tus estudiantes no vayan mal alimentados, pero vengan de años de escolaridad que solo los contuvo en el sistema sin aprender los contenidos indispensables para transmitir una idea, comprender un texto, dividir por dos cifras. Si das clases en la provincia de Buenos Aires es probable que estés haciendo malabares para ver cómo se organiza el nuevo régimen académico. Si das en la Ciudad de Buenos Aires vas a estar expectante de la aplicación del Buenos Aires Aprende y sus consecuencias a nivel laboral y pedagógico. Si sos docente en provincias como Chaco o Misiones, donde el desempleo o subempleo docente es aun peor que en el AMBA, vas a estar cortando clavos para que alguien se jubile y puedas tomar sus horas o se creen nuevos cargos que nunca aparecen.
En eso estamos casi millón y medio de docentes de Argentina cuando se inicia la gran discusión de si paro si o paro no. Vos escuchás, lees los comunicados que te llegan, pensás en que efectivamente tu sueldo no alcanza, las condiciones no son las que te permitirían cumplir bien tu función. Te preguntás si quienes convocan el paro son de fiar o si le hacen el juego a un partido u otro. Te preguntás si no habrá que darle una oportunidad a Milei, o al gobernador de tu provincia. Si votaste a Milei pensás que es un paro kirchnerista. Si no te cierra para nada Milei pensás que es raro que se llame a un solo día de paro con todos los ajustes que viene haciendo y te decís que los sindicalistas siempre están operando según sus propios intereses pero a vos nunca te representaron.
Más allá de tu tendencia política estás de acuerdo en que el estado de las cosas ameritan una medida de lucha.
Sin embargo, te viene a la cabeza la realidad de la mayoría de las familias de tus estudiantes. Sabés que pocos se habrán ido de viaje, sabés que ninguna madre habrá tenido vacaciones pagas y aguinaldo, que las pibas y los pibes incluso no cobraron el último mes del progresar. Sabés que no tienen obra social y comparás con la tuya que, aunque es mala y deficiente, te salva de las colas a las 5 de la mañana para sacar un turno en el hospital. Sabés que, a diferencia de muchos padres que trabajan en negro, vas a tener una jubilación y que si te enfermás este año, vas a pasar licencia y no vas a perder el trabajo por eso.
Toda esta comparación te genera una especie de vergüenza a la hora de hacer paro o de pensar que deberías pelear por mejores condiciones de trabajo. Entendemos que eso te pase porque esto se debe a varios motivos que no siempre salen a la luz a simple vista.
¿Docentes vs familia?
La clase obrera de nuestro país está sumamente fragmentada. En criollo significa que, aunque somos todos de la misma clase social, hay tantas divisiones y formas de trabajo diferente, que pareciera que nos cuesta ver lo que tenemos en común. Esto que detallamos entre la docencia y las millones de familias con ingresos en negro, con trabajos más precarizados, o llanamente desempleadas, es un ejemplo de esta división interna.
De esta fragmentación se han servido los gobiernos para enfrentarnos, para romper con la unidad que en algún momento existió. Además, todos los gobiernos han utilizado esta diferencia entre las condiciones para desprestigiar a la docencia. Este trabajo sistemático desde arriba dio sus frutos. En general, la docencia lucha en soledad y las familias no nos apoyan. Esto tiene que ver con un mérito de los gobiernos que dijeron que trabajábamos 4 horas y teníamos tres meses de vacaciones mientras el resto no tenía casi derechos laborales, haciéndonos a los docentes responsables de los resultados de sus políticas. También es gracias a las burocracias sindicales que asumen la tarea de defender los intereses de los diferentes sectores de la burguesía. Por poner un ejemplo de esto, en las asambleas de Suteba, la bajada de línea para que se acepte la propuesta salarial suele ser que “pensemos en nuestros alumnos, que de última podemos trabajar varios turnos, que las familias están peor, que si reclamamos algo más le hacemos el juego a la derecha”. Estos argumentos nos taladran desde varios lugares y nos hacen dudar del derecho a reclamar y de qué es legítimo reclamar.
Para avanzar en nuestra posición tenemos que asumir nuestros propios errores. Por eso tenemos que mirar nuestra responsabilidad como izquierda. Aunque nos cueste asumirlo, la responsabilidad del estado de debilidad de la docencia en particular y de la clase obrera en general es también de la izquierda porque relega la lucha política a la lucha sindical que muchas veces peca de corporativa. No queremos echar la culpa a nadie de por qué estamos donde estamos, simplemente queremos encontrar qué nos permitirá volver a organizarnos en conjunto por los intereses comunes que tenemos.
Para eso, quienes integramos la Corriente Nacional Docente Conti Santoro (CNDCS) somos parte Vía Socialista y apuntamos a la construcción de un partido que vaya más allá de la lucha sindical. Tenemos la certeza de que la única forma de frenar esta degradación en espiral de la vida del conjunto de la clase obrera es con un cambio profundo del sistema. Para nosotros es la revolución socialista y tal vez a vos te suene a utopía o a algo lejano. Sin embargo, tenemos un programa para empezar a solucionar la vida de tu familia y de la nuestra ya. Porque no confiamos en la clase política que nos llevó a este desastre. No confiamos en Milei ni en quienes lo antecedieron porque son culpables de las condiciones en las que vivimos.
“¿Quiere alguien pensar en los niños?”
Identificar que hay sectores peores que la docencia no debe hacernos pensar que por eso no debemos organizarnos y luchar. En primer lugar, hay que entender que no gobierna un partido obrero que planifica según las necesidades sociales. Por tanto, lo que Milei, Axel, Macri (o el gobernador que sea) nos quite a la docencia se lo está quitando a la educación obrera y no lo va a “redistribuir”. Por tanto, debemos defender nuestras conquistas e ir por más. Nuestro rol no es el que asumió Baradel, a saber, la defensa de Axel Kicillof como figura salvadora. Nuestro rol es el que tenemos históricamente, demostrarle al resto de la clase trabajadora que nos podemos organizar y que luchar da sus frutos. Es, también en la calle, un rol pedagógico.
En ese sentido, quienes integramos la CNDCS llamamos a organizar un movimiento nacional docentes unificado de todas las listas multicolores y los movimientos combativos. Por eso, decimos que nuestro horizonte de lucha debe ser la recomposición histórica de nuestro salario, la lucha por mejoras de infraestructura, la centralización educativa, el desdoblamiento de cursos, obras sociales al servicio de las y los afiliados, etc.
Ahora bien, ¿alcanza esto para mejorar nuestras condiciones de trabajo y de vida? A todas luces no. Porque parte de mejorar mis condiciones y las tuyas, va de la mano, por ejemplo, con que las escuelas no sean un aguantadero de pibes sino un lugar valioso donde van a aprender. Eso es posible si las vidas de las familias mejora, si las madres y los padres pueden tener un trabajo en blanco que les permita llegar a fin de mes, enfermarse sin miedo a que eso les cueste el puesto, alimentar y vestir a sus hijas e hijos, tener el tiempo para la contención que requieren, para pensar, para descansar. Justamente porque pensamos en la importancia de la educación, porque pensamos en los pibes y las pibas y en que sus vidas también deben mejorar y cambiar es que no abandonamos la lucha por lo que la educación necesita. Una escuela diferente va de la mano de una sociedad diferente a la que solo llegaremos con un gobierno de la clase obrera que haga hincapié en la productividad del país, que posea una clase obrera calificada que requiera educación científica y de calidad, que ponga todos sus recursos a producir segur las necesidades sociales y no según la ganancia empresaria. En construir esa alternativa estamos.