El bolsonarismo llegó para quedarse

Lo que podía parecer un fenómeno superficial y pasajero, Donald Trump en EE.UU y Jair Bolsonaro en Brasil, se extiende y se establece como algo más profundo y duradero: una extrema derecha popular. Crece el apoyo a Marine Le Penn en Francia; a Giorgia Meloni en Italia; a Vox en España; a DS en Suecia; a Chega en Portugal; a Fidesz en Hungría; a Milei en Argentina…

¿Por qué crece el apoyo de amplias capas de la clase obrera a esos personajes gritones, que posan de rebeldes, que proponen soluciones fáciles a nuestros problemas cotidianos, que apelan a la mano dura y la «libertad»?

Hay un escenario de crisis mundial que nadie puede negar. El sistema capitalista no puede satisfacer las necesidades de la humanidad. Entonces tenemos dos corrientes que defienden el capitalismo: esa «extrema derecha popular» y un «progresismo del símbolo y la minoría», que como no quiere o no puede transformar la realidad en beneficio de la mayoría, ofrece «ampliación de derechos» y migajas para algunos fragmentos de la sociedad.

Ejemplos de este progresismo son Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile, la que queda de Podemos en España, el kirchnerismo en Argentina. Todos estos ejemplos se caracterizan por poner el énfasis en las palabras más que en los hechos, en el discurso más que en la realidad: defienden el llamado «lenguaje inclusivo» pero las mujeres siguen siendo violadas y asesinadas; nos dicen «no reprimimos» y «no ajustamos» mientras vemos y sufrimos la represión y el ajuste; aprueban leyes que benefician a minorías identitarias mientras vemos crecer la miseria generalizada junto al enriquecimiento obsceno de la clase burguesa.

Ante esa defensa «tibia» del capitalismo por parte del progresismo, la extrema derecha popular se presenta «caliente» y dice lo que el progresismo no se atreve a decir: en el capitalismo cada individuo tiene la libertad de salvarse solo o morir en el intento, y al que no le guste enfrentará la cárcel o el fusilamiento. «Que se aplique la ley, cárcel o bala», declaró José Luis Espert ante la lucha de los trabajadores del neumático.

Progresistas y libertarios, defensores tibios y defensores calientes del capitalismo, tienen algo en común: no quieren, no pueden, no saben llevar a cabo soluciones REALES a nuestros problemas cotidianos. Unos y otros venden humo: «ampliación de derechos» y «libertad» de portar armas, muerte gradual y muerte súbita.

Existe una alternativa REAL al capitalismo de los tibios y los calientes: la planificación racional de la economía, desde un Estado productivo en manos de la clase obrera. Tenemos un plan para nuestro país, se llama ARGENTINA 2050. Y tenemos una herramienta electoral para llevarlo a cabo: Vía Socialista. Danos tu adhesión y construyamos una sociedad que beneficie al conjunto de la población, no a unos pocos.

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