Sobre el pantano argentino, el gobierno conduce un carro con dos caballos opuestos: Ajuste y Platita. Ajuste, para mantener el acuerdo con el FMI y reducir costos laborales para relanzar la economía. Platita, para aguantar hasta las elecciones y continuar en el gobierno. Cada caballo tira para lados contrarios: mientras Ajuste vacía los bolsillos de la población, pero enfría el estallido, Platita quiere imprimir billetes a lo loco, acercando el país a una catástrofe social.
Martín Guzmán se fue porque prefería montar en Ajuste, poniendo en riesgo político al FdT, pero sacando del riesgo económico al corto plazo argentino. Cristina Fernández no piensa en la economía, porque ella es un animal político fabuloso: quiere el poder aunque le cueste una catástrofe al país. Por eso busca controlar los planes sociales: para que Platita no se desenganche del carro. El problema, hasta las elecciones, es cómo conducir este carro con dos caballos opuestos, sin destrozar el carro con todos nosotros adentro.
¿Y por qué no le dieron las riendas a Sergio Massa, quien tal vez sea el único, dentro del Frente de Todos, capaz de un recambio completo de ministros? Porque ni Alberto ni Cristina quieren regalarle el gobierno a Massa. ¿Y por qué no toma las riendas Cristina? Porque Cristina espera que estalle la crisis, a fin de año o a comienzos del año que viene, para que la realidad haga lo que quieren hacer los economistas liberales (licuar deuda en pesos mediante devaluación, licuar los salarios mediante hiperinflación): como en 1989, como en 2001. Recién ahí Cristina se presentaría como salvadora, como quien puede ordenar el desastre.
Silvina Batakis (quien fue ministra de economía bonaerense durante la gestión de Daniel Scioli) llega, entonces, para aguantar las riendas de Ajuste y Platita, intentando que no se separen demasiado. Tratará de mantener el acuerdo con el FMI, hará esfuerzos para evitar el desmadre del dólar, e intentará atender a las necesidades populares más acuciantes. En pocas palabras, Batakis es «Guzmán + Platita».
Mientras todo el mundo mira la economía, Cristina juega por el lado de la política: «Hay que usar la lapicera».
Sin embargo, el peligro de jugar por el lado de la política sin atender a la economía consiste en acercar al país a un estallido igual o peor a los de 1989 y 2001. Porque es necesario decir que toda la crisis de la década de 1990 se transformó en una crisis del Estado argentino: subsidios para emprendimientos, planes sociales, empleo estatal, etc. Todo eso se sostiene con plata de la soja, plata de la deuda, plata de las Leliqs (deuda interna en pesos). Es decir, se sostiene sobre la base de un dinero cuyo único respaldo productivo es el sector de la soja: todo lo demás es casi «papel pintado», dinero sin respaldo, plata de deuda que se paga con más deuda, plata que, de un día para otro, puede valer lo mismo que un Patacón: nada.
Toda esa masa de papel está sirviendo de colchón a la crisis. Por eso el próximo estallido tal vez no sea como el de 2001: puede haber un Argentinazo súbito, sin un período de luchas como el que tuvo 2001 con el movimiento piquetero de los años 90.
De manera que lo importante no es quién se está preparando para gobernar. Lo importante es que se nos aproxima un desenlace. Un desenlace de catástrofe. Pero hay un plan que puede evitarlo: Argentina 2050. Eso que invitamos a construir con Vía Socialista.
1 comentario en “La catástrofe que se viene”
No aparece por ningún lado en la editorial Alberto… no juega no?? jajaj