¿Quién dijo que la izquierda debe desensillar? En Francia, las elecciones dijeron otra cosa. La verdadera sorpresa no la dio Regeneración Nacional (el partido de Marine Le Pen), que ya venía dando muestras de su crecimiento, sino la izquierda, que obtuvo un histórico segundo lugar, a cinco puntos del ganador. Fue la verdadera ganadora de los comicios y plantea una serie de lecciones para estas tierras.
Las elecciones tomaron por sorpresa a todo el mundo. Pero las agrupaciones a su izquierda mostraron rápidos reflejos. Macron quiso imitar a Pedro Sánchez, llamando a elecciones anticipadas para reencauzar a su gobierno, pero le salió muy mal. ¿Por qué? Porque contaba con la dispersión del PS, el PC y Francia Insumisa (Mèlenchon), lo que lo colocaba como el único con posibilidades de hacer frente a Marine Le Pen, en una elección que creía se jugaba la antinomia fascismo-república. Se equivocó por partida doble. Primero, porque, ante la oportunidad, el PS, el PC, Mèlenchon, los trotskistas del Nuevo Partido Anticapitalista, los ecologistas y los regionalistas se unieron en tiempo récord. Segundo, porque lo que se jugaba era la evaluación de su gobierno. Resultado: una avalancha de votos (récord de participación desde 1981) y un desplome del oficialismo a manos de la oposición de izquierda y de derecha.
¿Cuál fue el mérito del Nuevo Frente Popular? Claramente, no su programa, ni tampoco haber llevado al gastado PS de Hollande. Este frente está muy lejos de aquel liderado por León Blum. El de los ’30, con todas sus limitaciones, era un frente de organizaciones genuinamente obreras y en lucha. Este, un rejunte de aparatos electorales con poca vinculación con la lucha de masas. El frente, en sentido estricto, no tiene un programa claro: las posiciones van desde el ajuste en regla de Hollande, al “anticapitalismo” trotskista, pasando por la nada misma de los partidos “verdes”, el separatismo vasco y el autonomismo con la pretensión de fundar una VI° República de Mèlenchon.
Sí, pero tuvo un acierto: al frente de todo ese rejunte fue una dirección política cuyo santo y seña desde hace 14 años es “Que se vayan todos” (el título de su libro editado en 2010) y que explica que el sistema político francés es una farsa en perjuicio de las mayorías. Propone, en su lugar, que todos los funcionarios sean revocables. Mèlenchon nunca dejó de tener una posición independiente de los gobiernos. Nunca, hasta ahora, lograron extorsionarlo con un frente “antiderecha”. Denunció el ajuste que le impone la Unión Europea (de la cual plantea salir) y alzó la voz sin miedo contra las masacres en Gaza. Pero, lo más importante de todo, es que ante la amenaza de Le Pen, levantó la apuesta y presentó una variante de izquierda, con la idea de no combatir el descontento, sino pelear por liderarlo. Con solo ese acierto logró cambiar el tablero de la política europea y dejar en ridículo, por ejemplo, a Podemos, que fue detrás de Pedro Sánchez.
El Nuevo Frente Popular logró unificar el voto de los grandes suburbios que siempre se dispersaba. Debería ir, ahora, a la caza de las zonas desindustrializadas del norte. Alguien puede decir que ese es el corazón de Regeneración. Sí, claro, por eso mismo: ahí está esa otra mitad de los desocupados y subocupados: los que no pertenecen a ninguna minoría especial, pero son tan obreros y tan miserables como sus hermanos de las grandes ciudades.
Tras los resultados, vendrá una segunda vuelta el 7 de julio (dentro de poco). Los partidos que no llegaron al 12% no podrán presentarse y habrá 5, 5 millones de votos en disputa. Puede ser que los 2 millones de los republicanos vayan a Macron o Le Pen, pero quedan 3,5 por disputar. En vistas de esto, la operación República vs Fascismo ya empezó. Los voceros de Macron guardaron una teoría de los dos demonios que no resultó. El PS y el oficialismo negocian un nuevo frente sin los “extremos”. O sea, sin Mèlenchon y, tal vez, sin los trotskistas. Grave error: es poner en segunda vuelta al candidato que perdió en la primera. Por su parte, 125 candidatos del NFP que salieron terceros en sus jurisdicciones bajaron sus candidaturas en favor de las oficialistas. Lo que demuestra todos estos movimientos es que el problema no es Le Pen, sino Mèlenchon. La política no se debate entre República (que no está en peligro) y Fascismo (que Le Pen no lo representa), sino entre la dirección burguesa más conservadora y el ingreso (contradictorio) de las masas en la crisis. En concreto: República vs Izquierda.
Este batacazo tuvo su repercusión en Gran Bretaña, donde el laborismo arrasó y dejó a los conservadores en su peor elección histórica. Dentro de esta tendencia al giro político, hay algunas diferencias para el caso británico. Primero, Keir Starmer no es Mèlenchon. Starmer es parte de la “casta”, por así decirlo, y representa la conciliación entre Jeremy Corbyn y Tony Blair. Por el otro, no está, como en Francia, la figura de Le Pen polarizando y reconfigurando el tablero político. Tampoco hubo aquí grandes movilizaciones de masas como en Francia ni un movimiento que impugnase a todo el sistema político. De todas maneras, con sus particularidades y limitaciones, queda claro que Gran Bretaña marca que lo de Francia no es un caso aislado.
¿Puede la izquierda argentina o latinoamericana emular este avance? Así como está, es muy difícil, por la simple razón de que sus dirigentes, a diferencia de Mèlenchon, no están asociados a una ruptura general y a una posición independiente. Este panorama no es el producto de un capricho de las masas ni de la confusión provocada por los medios de comunicación, sino el resultado de una trayectoria que los enlaza con los gobiernos progresistas fracasados.
Sí puede hacerlo si construye una posición claramente independiente, enfrentada al sistema político y a la ideología del statu quo. Más aún, tiene mejores chances que las que le esperan a Melènchon si construye un programa de gobierno para mostrar una salida, cosa que en Francia no hay. Eso le va a servir, no solo para juntar voluntades, sino para dar una respuesta concreta, que es lo que hace falta.
Esa posición debe construirse como el resultado de una deliberación amplia: un verdadero congreso. Una asamblea nacional. Ahí está la gran oportunidad. Si no, como en Francia, a Milei le va a salir una oposición todavía más nefasta, aunque parezca difícil de concebir.
Vía Socialista