A cien días de gestión libertaria, lo que queda claro es que, como gobierno “capitalista”, simplemente es un gobierno de inútiles.
Eduardo Sartelli*
Podríamos acumular decenas de páginas resumiendo la “pesada herencia”. La misma cantidad de páginas se podrían llenar con los “tuits”, que a esta altura aburren, defendiendo la idea de que no se puede resolver tamaño legado “en apenas tres meses”. Sin embargo, es posible y necesario, a esta altura, separar lo que es “herencia” de lo que es “propio” del gobierno Milei.
Lo que no importa. El punto de partida es una petición de principio más que razonable: la herencia no importa. Primero, porque nadie obligó a Milei a candidatearse. Segundo, porque no podemos juzgarlo por lo que recibió, pero sí por lo que está haciendo con lo que recibió. Otra petición de principio necesaria y más que razonable: el tiempo no importa. No importa si transcurrió mucho o poco tiempo. Es obvio que no podemos juzgarlo por no obtener resultados positivos inmediatos, pero sí podemos evaluarlo por el sentido que lleva la transformación producida por sus medidas. Una última: no había una sola alternativa. No se le puede negar al gobierno que recibió una situación problemática, pero no hay por qué aceptarle que esto que está haciendo era la única opción. Resumiendo: basta de excusas, es hora de hacerse cargo.
En efecto, Milei recibió un dólar oficial atrasado (herencia). Sin embargo, la devaluación sin ningún instrumento que limite un brutal traslado a precios inmediato no mejora, realmente la ecuación y presagia una nueva devaluación. Aquí, en realidad, el tiempo conspira contra Caputo: cuanto más tiempo, más atraso. Milei recibió un Banco Central con reservas negativas (herencia). Después de tres meses de comprar divisas, no solo no se ha resuelto el problema, sino que en realidad lo está encubriendo y agrandando, por la vía de endeudamiento, emisión, recesión y cierre de importaciones. Milei recibió un déficit monstruoso de las finanzas públicas (herencia), pero la forma en que lo transforma en “superávit”, no es real, es puramente contable e insostenible, simplemente porque en cuanto se actualicen las jubilaciones y se reanude la obra pública se acabaron todos los superávits, ya sea primarios o financieros. El tiempo, de nuevo, conspira contra el superávit, en tanto la recesión licúa los ingresos del Estado.
Milei recibe un curso inflacionario importante (herencia), pero lo multiplica innecesariamente, liberalizando los precios en medio de una devaluación enorme y luego se jacta de “bajarlo”, pero a tres meses de gobierno, no llegó todavía al nivel mensual que tenía en noviembre de 2023. Y eso, a pesar de una recesión que se asemeja a la de 2002.
Milei recibe un dólar “libre” con tendencia clara al descontrol y lo congela por la vía de secar la plaza de pesos, es decir, mediante la recesión, mientras los precios suben. Como conclusión, la Argentina se vuelve cara en pesos y en dólares.
Milei recibe una economía que marchaba al estancamiento, sobre todo como consecuencia del fracaso de la cosecha (herencia). Pero transformó, deliberadamente, la tendencia en una recesión de magnitudes pocas veces vista.
Responsabilidad. Podríamos seguir, pero ya es suficiente para ver en dónde se encuentra la responsabilidad de Milei, aquello de lo que debe hacerse cargo. Milei devalúa, lo que aparece como una imposición de la realidad. Pero hay muchas formas de devaluar. Se podría haber elegido una devaluación sectorial, en varios tramos y, sobre todo, limitando el traslado a precios y el sablazo a salarios y jubilaciones, por ejemplo, mediante acuerdo de precios y salarios. Se podría haber producido una devaluación compensada para evitar el impacto sobre los precios internos. Milei busca el superávit fiscal, pero no hay una sola forma de conseguirlo: se podría haber pensado en impuestos especiales a la población que tiene, verdaderamente, muy altos ingresos. No se entiende por qué se proponen desgravaciones impositivas a gente que tributa en Luxemburgo, por ejemplo, mientras se carga el ajuste sobre universidades y jubilaciones. Se podría mantener la obra pública y eliminar un régimen especial particularmente gravoso, como el de Tierra del Fuego. Nada de lo dicho se sale del marco usual de la política económica capitalista. Son medidas que se han tomado en Israel, en Brasil o incluso en la Argentina del Plan Austral o la Convertibilidad. Dicho de otro modo: no se le pide a Milei que sea un revolucionario bolchevique.
Milei no solo es responsable de producir un rodrigazo sin ningún resultado importante a la vista, sino que su responsabilidad se extiende más allá: a la destrucción masiva de riqueza social que sus medidas producen. No se trata de empresas que quedarán en el camino, sino de los ingresos de millones de personas que caen debajo de la línea de pobreza. El presidente que reivindica el carácter sagrado de la propiedad privada, está destruyendo a paso acelerado la propiedad privada de 9 de cada 10 argentinos. Se embanderó con la consigna de liberar a la economía privada y la está destruyendo. A esta altura, la responsabilidad de Sergio Massa se diluye: él será responsable por la herencia, pero no por lo que el heredero está haciendo con el legado, porque Milei podría haber tomado otras medidas. Insisto, sin necesidad de transformarse en un bolchevique, tenía muchos instrumentos perfectamente capitalistas para hacer las cosas de otro modo. Por ejemplo, si se necesitan dólares, en lugar de cerrar las importaciones y obligar a los argentinos a desahorrar para crear una oferta artificial de divisas, podría haber tomado medidas excepcionales para fomentar la exportación masiva de todo lo que pueda exportarse. Al revés, las disposiciones cambiarias del gobierno desestimulan la exportación.
Para nada. El presidente supone que, aun a costa de métodos bárbaros, el resultado es bueno porque, con errores y exageraciones, se están corrigiendo las “distorsiones” de la economía. Pero es falso: no hay ninguna “corrección de precios relativos”. Primero, porque no hay ninguna norma que garantice o señale cuáles son los niveles de precios relativos “naturales”. Tal cosa no existe. La economía es una sola: si decido que los precios de servicios y energía deben ser bajos, obviamente, deberé conseguir fondos para soportar esa situación. Pero si decido que los “libero”, simplemente traslado a otros (los consumidores) la responsabilidad de conseguir esos fondos. No es una “imposición” de la realidad económica. Es una decisión política hacer que el ajuste lo pague la masa de la población. No es necesario que las tarifas tengan “precio internacional”. Eso solo sirve para trasladar ingresos de los consumidores a las petroleras, por ejemplo, hacer menos competitiva la economía y estimular la inflación, no detenerla. Segundo, el gobierno no ha conseguido ningún “alineamiento”, porque la actualización de tarifas de servicios y transporte se postergó ante el evidente efecto sobre los precios de marzo, que dejarían de marcar un camino de descenso. Aclaremos, no de baja de precios, sino un camino de descenso de la velocidad de ascenso de los precios. Una tasa de inflación menor no significa que los precios han bajado, sino que crecen a una velocidad menor.
Hasta ahora, entonces, la principal responsabilidad del gobierno se puede resumir en una fórmula: sangre, sudor y lágrimas para nada. Hasta ahora el gobierno no ha llevado adelante ninguna modificación real de la estructura económica argentina que aliente a pensar en el desarrollo de nuevas bases. Simplemente, ha comprimido la realidad, ha creado una situación tal que puede explotar en cualquier momento, liberando las energías comprimidas. Muchos estarán pensando que tal situación es controlable, porque “la gente apoya”. Pero el problema de Milei no está en la calle. El problema está en la propia clase empresaria, que es la que le está poniendo límites, es la que se expresa a través del Congreso y de los gobernadores. Porque el núcleo del asunto, de lo que tiene que hacerse cargo este gobierno, es que como “gobierno capitalista” es inútil. Por mucho que el mundo financiero lo aplauda, el “mundo productivo” está reevaluando sus apuestas. A cien días del gobierno Milei, lo que es claro es que, como gobierno “capitalista” es, simplemente, un gobierno de inútiles.
Por estos días, hay mucha gente empeñada en fingir demencia, empeñada en soñar con recuperaciones con forma de “V”, con el “segundo semestre”, con explosión de inversiones producto de leyes y decretos que el mismo gobierno declara innecesarios. El país quiere creer y eso es muy peligroso. Porque es obvio que todo lo que han hecho está mal y que solo están agravando una situación de por sí grave. No hay ninguna genialidad, ni master class ni jugada magistral. Es un desastre. Milei y Caputo no son dos genios, son dos inútiles. El rey está desnudo, no finjamos más.
* Publicado en Perfil, 31/03/2024.