El mercado de carroña en el capitalismo argentino. El affaire de los bonos y el funcionamiento de la deuda argentina

La recompra de bonos por parte del Estado y la posterior investigación impulsada por Massa nos permite introducir algunos aspectos poco frecuentados de la deuda pública argentina

Juan Manuel Duarte

Damián Bil

CEICS

¿Ataque desde las sombras?

El 18 de enero pasado, Sergio Massa anunció la recompra de títulos públicos por un monto de US$ 1.000 millones de dólares. Días más tarde, solicitó que se inicie un proceso de investigación debido a que se habría filtrado información de la recompra antes de su anuncio, un caso de “inside information” según la normativa que regula el mercado de capitales. Eso habría beneficiado a determinados inversores, lo que les permitió entrar a un negocio asegurado con anticipación: la compra por parte del Estado elevaría las cotizaciones de los bonos, y quienes los tuvieran antes se verían beneficiados. Según Massa, estaríamos frente a “un ataque especulativo contra la moneda nacional” 1, aunque esto oculta buena parte de la realidad. Revisemos cómo funciona y lo que ocurre en el peculiar mercado de bonos argentino.

Los famosos “títulos públicos”

En principio, hay que entender el carácter de un bono. Un bono es un instrumento financiero que permite a una organización (un Estado, por ejemplo) hacerse con una cantidad de capital para un fin cualquiera, a cambio de pagar una tasa de interés. Todos los países emiten bonos para financiarse. Y los compromisos de esos bonos (los intereses y las amortizaciones de capital) forman parte de la deuda pública del Estado. Los compromisos por bonos que cotizan en el extranjero forman parte de la deuda externa, no solo las obligaciones con el FMI y otros organismos. Lo cierto es que la deuda en concepto de Títulos Públicos (Bonos, Letras del tesoro y otros) constituye más del 70% de la deuda bruta del Estado argentino 2.

Compañías de inversión, fondos de pensión, ahorristas particulares invierten en bonos en todo el mundo. Se la considera una inversión conservadora, similar a lo que en Argentina se podría hacer con un plazo fijo, o como quien usa aplicaciones estilo Mercado Pago y transfieren el sobrante de su sueldo o ingreso para recibir un interés. Por ejemplo, los bonos que emite el Estado norteamericano rinden en torno a un 3,5% de interés anual 3. Esta tasa se debe a que los EEUU son considerados buenos pagadores de sus deudas, por lo que prácticamente no hay riesgo de prestarle plata. Pero este no es el caso de Argentina.

Hazte la fama (y échate a reperfilar)

Ya desarrollamos la idea de que Argentina tiene toda una tradición en no honrar sus compromisos financieros. En ese sentido, JP Morgan elabora el EMBI (Emerging Markets Bond Index), índice que calcula el spread o diferencia entre la tasa que ofrecen los bonos de un país respecto de la de los norteamericanos (que se consideran “sin riesgo”). La diferencia se calcula en “puntos básicos”, lo que se popularizó como “riesgo país”. Por cada 100 puntos, el país en cuestión deberá pagar 1% adicional de la tasa de interés en dólares que ofrecen los bonos de EE.UU. En Argentina, estas semanas se ubicó en torno a los 1.800. Esto significa que, de pedir prestado, debería convalidar tasas (al menos) un 18% mejores que los intereses que paga la deuda estadounidense.

Financiarse con tasas caras es un problema en general. Le pasa a los laburantes, porque en la Argentina es riesgoso prestarle a un trabajador: puede quedar desempleado, o tener aumentos por debajo de la inflación, lo que hace difícil pagar ese préstamo. En el caso de un Estado nacional, si precisa financiar una gran obra, puede pedirle a algún organismo de crédito, pero también puede licitar bonos para obtener recursos de ahorristas o de otras instituciones. Pero el país también toma deuda para consolidar obligaciones previas, y emite bonos para cambiarlos por otros que vencen (rollover). O debe negociar estiramiento de los plazos de devolución, o bajar las tasas (“reperfilar” o patear para adelante). Por este motivo, por su fama de moroso, es que la Argentina solo se endeuda a tasa elevada.

En el mercado de bonos, existe el mercado primario, donde se compra el bono emitido por el Estado. El mismo funciona como un pagaré, donde el país se compromete a devolver en cierta cantidad de tiempo ese dinero más los intereses periódicos. Pero si el comprador de ese instrumento desea venderlo por el motivo que fuera antes del plazo de vencimiento, se oferta en el mercado secundario (MERVAL), donde cualquiera puede comprarlo. Aquí, la oferta y demanda de ese bono determinará su precio. Si se opera al valor nominal del bono, se dice que cotiza a la par. Pero si el bono es de un emisor con fama de moroso, suele venderse por debajo de su precio nominal (bajo la par).

Uno de los bonos que estuvieron en el centro de la recompra fue el GD30, cuyo capital se terminaría de devolver el 9 de Julio de 2030. Este es importante, porque es de los títulos más negociados en el mercado secundario y su valor se usa como referencia para determinar, por ejemplo, el Dólar MEP o Dólar Bolsa.

Gráfico 1 – Cotización histórica del Bono GD30 (En U$D) 2021 -2023

Fuente: cotización de BYMA y plataforma TradingView.

Se observa que, en cuanto al precio (gráfico 1), se da un considerable descenso en el momento en que Guzmán presentó su renuncia, el interinato de Batakis, y luego se recupera tras la asunción de Massa y las medidas anunciadas (como el “Dólar Soja”). En cuanto a su valor, nunca superó la barrera de los 41 dólares. De hecho, comenzó su vida valiendo eso. Recordemos ahora el ejemplo del Bono de 100 dólares. Ese valor no era arbitrario, ya que las planchas de bonos valen en su emisión 100 dólares. Pero el GD30 arrancó valiendo 40 dólares, lo que significa que cotiza bajo la par. La paridad actual se ubica en el 37%, lo que significa que por cada USD 37 que un inversor ponga hoy en ese bono, el Estado deberá pagarle USD 100, en cuotas, hasta el 2030. Parecería un negocio redondo, si no tuviéramos en cuenta lo que venimos exponiendo: probablemente Argentina nunca pague eso, reestructure su deuda, o cambie ese bono por otro que tenga un vencimiento más tarde. Por eso, cuando un bono cotiza tan bajo, se considera que está a “precio de default” o a “precio buitre”.

Papelitos para confeti

El anuncio de Massa perseguía una serie de objetivos. Por un lado, comprar los Bonos significa negociar con menos gente una eventual restructuración. Por otro lado, si el Estado aparece de golpe comprando una enorme cantidad de bonos, esa demanda impactaría elevando el precio. Si esto ocurre en una canasta de bonos representativa, baja el riesgo país, lo que permitiría endeudarse a tasas más baratas. El problema es que, con la delicada situación del panorama económico, cualquier medida de estas características no es más que un parche. Para colmo, se habría filtrado la información, lo que permitió que inversores se beneficien con la posterior suba. Aun así, si miramos el detalle de esos días de cotización del instrumento de referencia, veremos que la suba no fue espectacular.

Gráfico 2 – Cotización del Bono GD30 (En U$D). Enero 2023

Elaboración propia sobre cotización de BYMA y plataforma TradingView.

Puede observarse un movimiento inusual dos días antes del anuncio, que se ve reflejado tanto en la cotización como en el volumen (que resulta de la cantidad de operaciones de compra y venta que se realizan en el día, y es el más alto desde que se emitió). Las sospechas se completan con los movimientos posteriores, donde opera a la baja producto de un gran volumen de venta de este (inversores que ya no lo quieren). Pese a esto, se demuestre o no la maniobra en cuestión, la millonaria operación de Massa hizo variar muy poco el precio: de 32 a 37, sin siquiera llegar a los 40 de Guzmán.

Un problema complejo

El arco progresista piensa a las finanzas escindidas de la producción. La “financiarización” de la economía es mala, por oposición a la economía “real” o “de la producción”. El argumento es que en el capitalismo contemporáneo la compra de bonos para especulación financiera redunda en mayores ganancias que la inversión productiva para las empresas. Ahora bien, según datos del Tesoro norteamericano, el valor de todos los instrumentos públicos emitidos en ese país ascendía en diciembre a 23,3 billones de dólares 4. Si consideramos la capitalización total de mercado de las empresas que cotizan en las dos principales bolsas de Nueva York, la New York Stock Exchange y el NASDAQ, sumaban 39,3 billones de dólares 5. En el principal mercado de capitales del mundo, lo invertido en bonos es poco más de la mitad de lo que se invierte en el sector “productivo”. En la Argentina no sucede lo mismo. No por algún designio malvado o por la dominación extranjera, sino porque aquí prácticamente no hay negocio rentable en el cuál invertir, fuera de dos o tres actividades o firmas puntuales 6. No es la dinámica propia de la acumulación capitalista “sana” la que impulsa la economía general (y con ello el grueso de los ingresos tributarios o una lógica de endeudamiento para incrementar la capacidad productiva como ocurría a comienzos de siglo XX), sino la intervención del Estado mediante transferencias y medidas de fomento en base a endeudamiento para sostener una farsa de acumulación capitalista. Es la burguesía que opera en el país, y no la banca extranjera, la que precisa de ingentes transferencias (directas e indirectas) para subsistir. Justamente, por su parasitismo, es que el mercado de acciones es más bien mediocre y con predominancia de títulos públicos. Para que una empresa pueda cotizar en la bolsa de valores hace falta, entre otras cosas, tener las cuentas claras. La burguesía planera de Argentina mal puede aspirar financiarse a través de la inversión privada mediante acciones, por el hecho de que la mayoría de sus empresas no son más que negocios prebendarios, que dependen de protecciones arancelarias o subsidios para existir. No pueden competir y sus balances no resisten ninguna auditoría.

Se suele mencionar la dependencia del FMI como el gran problema de la economía argentina 7. Pero no solo el porcentaje de la deuda bruta total con ese organismo es minoritario, sino que más de la mitad de los bonos argentinos están en manos del mismo Estado nacional, adquiridos en el mercado secundario que realiza el Banco Central con emisión 8 y la ANSES a través de su Fondo de Garantía y Sustentabilidad. Es lo que hace Massa ahora. Constituye una transferencia de riqueza para sostener una estructura deficitaria que no es independiente de la estructura productiva, sino su consecuencia. Con un agravante en los últimos años, que fue motivo de escándalo político en la oposición en los últimos días: ante la imposibilidad de endeudarse en el mercado internacional desde 2018, lo que crece a paso acelerado es la deuda en pesos (del Estado consigo mismo), que ya supera un tercio de la deuda bruta total. Esto tiene su expresión más palpable en los instrumentos del BCRA, como las Leliq, cuyo monto pasó de ser un 78% en relación a la base monetaria en 2019 a casi duplicarla en 2022 9. Avanzaremos con un análisis de la deuda en pesos en el próximo número.

Entonces, el enemigo inmediato que tienen los trabajadores argentinos es la burguesía planera y sus representantes sindicales y políticos, muy interesados en que concentremos nuestra energía en denunciar saqueos y fugas “anti-nacionales”, mientras no perturbemos la maquinaria de subsidios que les permite sobrevivir a pesar de su agotamiento histórico. Ya sea mediante la toma de deuda con el FMI, o con la emisión de títulos, las “finanzas” tienen la función de garantizar la reproducción de los capitalistas argentinos: los subsidia, les presta barato, les mantiene el dólar, les facilita insumos. Y, a pesar de todo ello, la economía va cada vez peor.

Para romper con el “peso de la deuda” sobre la dinámica económica, no alcanza con atacar el síntoma (la deuda en sí), sino que hay que enfrentar la enfermedad. Es decir, la forma en que se reproduce la vida social en este país. La deuda per se no es negativa: por ejemplo, sirve a las empresas para mejorar su competitividad, invirtiendo y ampliando la escala rápidamente sin tener que esperar a que se cumpla el ciclo de rotación; o a muchos países para incrementar su infraestructura productiva mejorando la competitividad sistémica. Un gobierno socialista debe utilizar todos los recursos a disposición, no para sostener empresarios parásitos. Mediante la lógica de un Estado productivo a partir de la planificación económica, es posible relanzar la economía y descartar la deuda como “problema”, puesto que no tendrá peso sobre las finanzas públicas o no será necesaria en absoluto. Pero para ello, es necesario pensar en la raíz de los problemas argentinos. Estos solo se solucionarán transformando la estructura productiva con una lógica socialista.


Publicado en El Aromo Nueva Época N° 9 – Marzo 2023

  1. Telam, 20/01/2023, https://tinyurl.com/yx3x2yjr.
  2. Estructura de la Deuda Bruta argentina, Ministerio de Economía, https://tinyurl.com/4hsbx89n
  3. Información de Datos Macro, https://tinyurl.com/8fkax4pv
  4. “Bonds and Securities”, Departamento del Tesoro, https://tinyurl.com/47vpxddr
  5. World Federation of Exchanges, noviembre de 2022. https://tinyurl.com/9fvcbmmt
  6. Las perspectivas criticadas en este acápite pueden repasarse en Prensa Obrera, 16/03/2022, https://tinyurl.com/3sj3zze4; Mercatante, E (2019). Salir del fondo: la economía argentina en estado de emergencia y las alternativas ante la crisis. Buenos Aires, IPS; La Izquierda Diario, 18/01/2023, https://tinyurl.com/yzb4e3ad
  7. Ver una crítica a esta perspectiva en nuestra publicación ¿Nos gobierna el FMI? (Sanz Cerbino, Gonzalo. Biblioteca de la UNI n° 11). https://razonyrevolucion.org/nos-gobierna-el-fmi/
  8. Ver Cronista, 3/11/2022, https://tinyurl.com/bdd53323; y Ámbito, 16/11/2022, https://tinyurl.com/2bb3w9we
  9. d de la base monetaria en el cuatro trimestre de 2022 fue de 5,2 billones promedio, mientras el stock de instrumentos del BCRA superó los 10 billones.

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