¿Demasiadas decisiones? Ernest Mandel: En defensa de la planificación socialista

Contrariamente a lo que los “libertarios” actuales creen, el tema de la complejidad de la planificación de una sociedad avanzada, con millones de insumos y decisiones de consumo, es objeto de discusión de muy vieja data entre los marxistas. La preocupación, entre los socialistas, no proviene de las banalidades sobre el tema de un Von Mises, sino de los problemas concretos enfrentados por las experiencias socialistas. De allí que hay un intenso debate entre socialistas en torno al papel del mercado en la asignación de recursos y su valor para una economía socialista. En este breve recorte de un texto mayor, Ernest Mandel esboza su crítica contra Alec Nove, que planteaba la necesidad de una economía mixta, donde el mercado ocupara un rol importante, precisamente, para resolver el “problema” de las “decisiones infinitas” imposibles de abordar por un planificador central.

Ernest Mandel: En defensa de la planificación socialista

Dirijamos ahora nuestra atención sobre algunas de las objeciones que Alee Nove erige contra lo que supone es la concepción marxista clásica de la planificación socialista. Basándose en su amplio conocimiento de la economía soviética, argumenta que probablemente hay en la URSS alrededor de doce millones de distintos tipos de bienes en producción, en todo momento, y que sólo el mercado puede realizar la función de asignarlos racionalmente -el número de decisiones a ser tomadas es sencillamente demasiado grande como para que pueda ser conducida por algún tipo de asociación democrática de los productores. ¿Qué debemos hacer con este razonamiento? Clarifiquemos primero una ambigüedad en su seno. El perfil trazado por Nove incluye un número inmenso de bienes intermedios y componentes parciales, así como tipos especiales de equipamiento, que el ciudadano común nunca encuentra y nunca consume. También comprende una gran variedad del mismo tipo de bienes. Estos comprenden, en las sociedades occidentales, de diez tipos diferentes de detergentes a treinta variedades de pan, y así sucesivamente. El común de la gente sólo consumirá regularmente una o dos de estas variantes, no todas ellas. Una advertencia sobre esto es importante para circunscribir la dificultad con las que se enfrenta Nove. Porque, de hecho, no sucede que el mercado, en las sociedades capitalistas avanzadas, “asigne” millones de mercancías, tanto bienes de consumo como de producción. En el caso extremo, los consumidores particulares pueden comprar unos pocos miles de distintos bienes en el curso de todo su ciclo de vida (aún esto sería para muchos de ellos una estimación exagerada). No tienen tiempo para consumir “millones” de bienes, o para responder a las “señales del mercado” en su “elección”. La noción de que existen “necesidades ilimitadas de consumo”, cuya satisfacción requiere un “número ilimitado de bienes” -alimentada por economistas liberales, y en su momento por Stalin-, es sencillamente disparatada. No se puede consumir un número ilimitado de bienes en un tiempo limitado, y, desafortunadamente, ¡nuestra estadía en la Tierra es absolutamente limitada!

La situación no cambia si uno se refiere a los bienes de producción (incluyendo a los productos intermedios). El grueso de los bienes intermedios, como lo hemos notado, no son asignados en modo alguno por el mercado. Son hechos por encargo. Esto es suficientemente obvio. Pero –lo que es menos advertido- lo mismo es cierto hoy para las más grandes máquinas. No se va a los supermercados a comprar turbinas hidroeléctricas para represas; se las ordena con especificaciones muy precisas y detalladas. Aún si se hace a través de una licitación pública, no es de ningún modo lo mismo que la “asignación vía mercado”. A los distintos licitatarios no se les permite hacer productos diferentes, entre los que se elige. Solo se les permite hacer un solo producto el cual es automáticamente utilizado. El mismo procedimiento puede ser obviamente seguido sin que se introduzca ningún principio de mercado. (…)

Arribamos entonces a una conclusión sorprendente. Ya hoy –en los países capitalistas más avanzados-, el grueso de los bienes de consumo y de producción no es de ninguna manera producido en respuesta a las “señales del mercado”, que cambian violentamente de año en año, más aún, de es en mes. El grueso de la producción en curso corresponde a patrones establecidos de consumo y a técnicas de producción predeterminadas que son ampliamente, si no completamente, independientes del mercado. ¿Cómo ha sucedido esto? Es precisamente resultado de la creciente socialización objetiva del trabajo.

¿Por qué el problema de asignar los recursos necesarios para estos productos –que son ampliamente conocidos con anticipación- no puede ser solucionado por los productores asociados, con la ayuda de modernas computadoras que sin duda pueden manejar las “millones de ecuaciones” que Nove encuentra tan intimidatorias?


Publicado en El Aromo Nueva Época N° 3 – Julio 2022

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