¿Cómo se soluciona la inflación?

En la nota de ayer, explicamos los motivos reales por los cuales la moneda de este país, vale cada día un poquito menos. Eso que nosotros vemos cotidianamente con el aumento de precios. Para llegar a ese punto, tuvimos que desarmar el chamuyo liberal y la zaraza K. Llegado este punto, corresponde entonces que nos metamos de lleno en una solución real a la inflación que nos empobrece cada vez más.

Lo primero que hay que sacar de la mesa, son las salidas falsas. Se puede “dolarizar”, en forma directa o bajo cualquier otro criterio similar, pero la respuesta más probable de todos aquellos responsables por gobernar, sin plata, un país en descomposición acelerada, sería “inventar” dinero, es decir, cuasi monedas. Ya lo vimos bajo la Convertibilidad. Obviamente, se puede pensar en la salida a la “ecuatoriana”, que desde que adoptó la dolarización ya expulsó a un millón de ecuatorianos. Dado que la Argentina tiene tres veces más población que Ecuador, calcule el lector a cuántos hay que echar… Pero ninguna de las dos “soluciones” tiene más efecto que atacar el fenómeno, pero no su causa.

Las consecuencias de concentrar la atención en la inflación son más graves que la inflación misma. Impide ver la naturaleza real de la “enfermedad” argentina. La inflación no se combate cortando con la maquinita de imprimir billetes. Así solo se genera recesión tras recesión. Para bajar sostenidamente los precios del conjunto de la economía, para bajar su nivel de precios, para frenar la dinámica que eleva sistemáticamente ese nivel, hacer más “barata” a la Argentina, tampoco sirve con devaluar. Así solo se consiguen expansiones temporarias, el tiempo que dura la protección implícita de la mejora del tipo de cambio. Tampoco sirve, como durante la Convertibilidad o el macrismo, pisar los precios mediante una paridad falsa, sostenida por el endeudamiento y las privatizaciones, o por la vía de incrementar las retenciones, que alimentan la economía durante el período que duren los buenos precios del campo. Todo eso, incluso cuando pueda producir algunas mejoras en la competitividad, solo roza la superficie del problema.

Como explicamos anteriormente, la inflación es un síntoma de la baja productividad de este país. Para atacar el núcleo del drama argentino, las camisas tienen que ser más baratas. Los zapatos, la energía, el transporte, las máquinas herramientas, es decir, todo lo que se produce en el país o se importa para producir, tiene que ser más barato. Eso frena la dinámica que eleva el nivel de precios argentinos en forma permanente para su propia población, hace descender el piso del nivel de precios y alinea al país con la competitividad mundial. Sin alcanzar economías de escala, niveles de productividad y competitividad creciente, es decir, sin bajar la cantidad de trabajo incorporado a cada mercancía por cada trabajador, directa o indirectamente, la Argentina seguirá siendo una rareza en el mercado mundial. Un barco que se hunde mientras el resto de la flota se mantiene más o menos a resguardo.

El problema de la Argentina, hasta cierto punto, un niño prodigio que envejeció muy mal y hoy es ejemplo de adónde lleva una mala vida, está en la producción. Contrariamente a los encandilados por el “fenómeno”, los futuros conductores de este barco en tal mal estado debieran desafiar el consenso liberal que tiende a imponerse de cara al 2023. Solo un Estado productivo, interventor, planificador, puede sacarlo a flote. La experiencia de las economías más exitosas del último medio siglo (China, Japón, Corea del Sur), lo demuestra.

Es por eso que para liquidar la inflación, pero por sobre todo, para construir un país que alcance un desarrollo productivo real y un bienestar general para toda la población, lo que hay que hacer es barajar y dar de nuevo. Vía Socialista tiene un programa que permite alcanzar ese objetivo en un plazo real, sin soluciones mágicas. Eso que llamamos Argentina 2050, y que invitamos a usted a leer y a colaborar en su construcción. Conseguir una nueva vida depende exclusivamente de nosotros, los laburantes que hacemos andar este país cada mañana.

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