Venezuela: Algo más que un cambio de nombres

Por un movimiento popular que expulse a Maduro, libere a todos los presos políticos, restablezca las organizaciones obreras y convoque a elecciones sin proscripciones.

La obscena militarización de las principales ciudades, el secuestro de 160 venezolanos y 20 extranjeros y, finalmente, el anuncio de la creación de otra formación militar (los “Órganos de Dirección Integral”) muestran un régimen que, para el día de la asunción del mando, no espera, precisamente, una fiesta popular.

En estos días, la dictadura dio un paso más al escándalo: secuestró al dirigente opositor Enrique Márquez, quien a estas horas se halla desaparecido. Márquez, ex presidente del Consejo Nacional Electoral y candidato al que llamó a votar el PCV. Su paradero, al día de hoy, es desconocido. Análogo destino parece esperarle a Juan Barreto -otro líder opositor, ex alcalde de Caracas-, quien tiene a los servicios de inteligencia montándole guardia en la puerta de su casa.

A la dictadura no le basta haber liquidado todos los sindicatos y tener a sus dirigentes presos y sin proceso. Tampoco, haber proscripto a todos los partidos de izquierda. Incluso, a los que inicialmente apoyaron la experiencia (como Marea Socialista o el PCV). No le basta haber llamado a elecciones proscriptivas y, para colmo, fraguarlas porque las perdió. Ahora, además, pretende cambiar las formas de las elecciones “a la cubana”. O sea, se acabaron, ya formalmente, los partidos y los candidatos opositores. Todo esto, con salarios que rondan los 6 dólares, la penalización de cualquier acción sindical y los mayores índices de pobreza de Sudamérica.

¿Qué sostiene a Maduro? En primer lugar, el mayor éxodo de la historia del continente: más de un tercio de la población fue expulsada. En segundo, el empleo público y militar: algo más de 5 millones empleados en el Estado, bajo diferentes formas. Con salarios algo más “altos”: 14 dólares de promedio. El 80%, en el sector militar. La miseria de esos salarios se contrapone a la indigencia del resto (y, aun así, los recortes y despidos están a la orden del día). En tercero, un despliegue armado de alrededor de 400.000 personas, entre Fuerzas Armadas, Guardia Nacional Bolivariana y diferentes milicias. Cuarto, el apoyo de China y Rusia: hoy Venezuela es un baluarte político y militar de esa alianza. Y sexto, el beneplácito de los empresarios de todas las naciones que gozan de condiciones de explotación únicas.

Quien hoy se le opone es María Corina Machado y su títere Edmundo González Urrutia (quien fue candidato solo porque Machado estaba proscripta). Ambos se presentan como los paladines de la libertad y la democracia. Una gran mentira: avalaron una elección que proscribía a toda la izquierda, no dicen absolutamente nada de los dirigentes obreros presos ni dijeron una sola palabra sobre la legalidad de los partidos de izquierda o de la actividad gremial. No sirve sacar un títere de Xi Jinping para poner uno de Trump. No hay que cambiar de nombres, sino desmontar la dictadura.

Maduro no puede asumir. Pero tampoco González Urrutia. Esas elecciones fueron fraudulentas antes de empezar. No puede haber elecciones limpias, sin actividad política libre. Y eso es imposible con dirigentes presos, sindicatos prohibidos y partidos proscriptos. Hay que echar a Maduro, ya. Pero hay que echarlo con la fuerza de las calles. Esos mismos organismos de lucha son los que deben liberar a todos los presos políticos y convocar a un gran congreso de luchadores para decidir cómo reconstruir un país arrasado en nombre de una palabra que esta dictadura ensució y nunca conoció: el Socialismo.

Fuera Maduro

Por una gran movilización contra el régimen.

Por la liberación de todos los presos políticos y la legalidad de todos los partidos y sindicatos proscriptos.

Por un Congreso de trabajadores venezolanos.

Por una salida socialista.

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