¿Querés seguir teniendo un país? Votá en blanco y construí el Socialismo

Durante años (más bien, décadas), los revolucionarios señalamos reiteradamente que la democracia burguesa, detrás de una fachada de participación ciudadana, escondía la dictadura de una clase. Dictadura, porque todos podemos votar, pero las cosas importantes las decide otra gente (los empresarios) y en otro lado (foros económicos, y reuniones privadas). Como si esto fuera poco, un presidente, un diputado o un senador electo, al asumir, pueden hacer lo que se les antoje, sin que nadie les reclame nada.

Esta vez, es algo diferente. No por mejor, sino por agravado: ahora quien decide sobre la economía, la política y la diplomacia no son simplemente una minoría de empresarios argentinos, sino que ya ni siquiera es el personal político del país. La Argentina está siendo gobernada, en estos momentos, por el Presidente y el Secretario del Tesoro de los EE.UU. No en forma indirecta, mediante presiones o condicionamientos, sino en una intervención directa. El Tesoro norteamericano está manejando el plan económico en términos técnicos. Después de afirmar que el gobierno iba a comprar dólares en el piso de la cotización, Bessent está vendiendo en el techo. En realidad, le está imponiendo una devaluación, administrada como Luis Caputo ya no puede. Los asesores de Trump están dando indicaciones sobre los cambios en el gabinete y las alianzas políticas que debe realizar el oficialismo, después de las elecciones. Milei no duró un año al frente del gobierno y, antes que entregarlo al PRO, fue dárselo a Trump (que, tal vez, lo obligue a la primera opción).

Queda claro algo que se veía en la campaña electoral: esta gente no puede gobernar, no tiene plan ni capacidad intelectual para hacerse cargo de un país. Mucho menos, de una crisis como la heredada. Trump puede estar exagerando cuando dice que la Argentina “está muriendo”, pero algo de eso es cierto. El país está quebrado. Milei y Caputo se patinaron los 20.000 millones del blanqueo. Luego, los 12.000 millones del FMI y, después, los 7.000 de la cosecha por baja de retenciones (que costó 1.100 millones). Para imaginarse el tamaño de la crisis, a la ya caída del poder adquisitivo, hay que sumarle el tamaño de la devaluación y de la inflación reprimida, que no se puede contener ni con toda esa suma que recibieron. A esa quiebra, se agregan los escándalos de corrupción y el vínculo narco de su principal candidato en el principal distrito donde debe dar pelea (por no hablar de otros/as candidatos/as). El resultado es el desbarranco, el desgobierno y un pedido de rescate que no va a salir gratis: ahí están las tierras “raras”, el litio, el gas y, algo mucho peor, meter al país en la disputa con China en el continente. Se pretende que Argentina se alinee incondicionalmente con los EE.UU., en medio de una guerra comercial, que amenaza convertirse en militar en otros lados del planeta. Trump ya lanzó una serie de sanciones comerciales sobre Brasil y acciones militares en Venezuela. Nosotros quedaremos a merced de sus designios. Eso no solo va a horadar más el Mercosur, sino que vamos a un posible conflicto comercial y diplomático con Brasil, sin que se pueda descartar el riesgo de un conflicto militar, teniendo en cuenta la imprevisibilidad del mandatario norteamericano y la estupidez colonial del presidente argentino.

En cualquier país normal, ante semejante derrape económico y social, el presidente y su gabinete hubieran renunciado o hubieran sido destituidos y procesados. En cualquier país con un poco de orgullo, cualquier presidente que entregue el manejo del país a un mandatario extranjero va preso inmediatamente. Aquí, no. ¿Por qué? Porque a la oposición no le parece grave. Porque, en el fondo, acuerda.

¿Pero no hemos visto a opositores indignarse con semejante medida? ¿No hemos escuchado sus críticas? Sí, claro, pero eso vale para un ciudadano de a pie, no para gente que tiene responsabilidades ejecutivas, legislativas, gremiales y hasta judiciales (recordemos la cantidad de jueces kirchneristas). Un funcionario o legislador electo, una conducción gremial o un juez no muestran su descontento haciendo declaraciones, sino usando el poder que les ha dado la población. Hay una variedad enorme de medidas en el plano institucional que se pueden tomar, desde el juicio político hasta usar las facultades federales de los gobernadores para desconocer ese coloniaje. Ni hablar de la CGT, que perfectamente puede llamar a una huelga general, junto con los movimientos sociales, que podrían convocar a cortes en todo el país. No, nadie movió un pelo.

Curioso. Muy curioso. Toda una vida haciendo gala de su nacionalismo. Incluso, hasta llegar a posiciones xenófobas (recordemos la campaña de la CGT en los ’90 contra los trabajadores migrantes). Y ahora, cuando llegó el momento de defender la vida nacional, cuando hay evitar la entrega de los recursos, cuando realmente nos gobiernan desde los EE.UU. y nos llevan a una escalada con nuestros vecinos, los nacionalistas “de la primera hora” miran para otro lado. ¿Dónde están los aliados de izquierda del kirchnerismo (PCR, PC), que privilegiaban el combate contra el imperialismo ahora, que es el momento de luchar? ¿Dónde quedó “Patria, sí. Colonia, no”? ¿Era una jodita, nomás?

No se trata de falta de coraje (o no solo eso). El plan económico que ofrece el peronismo es similar. No hablemos de Provincias Unidas, que ya dijo que va a negociar con Milei después de las elecciones. Pongamos el foco en Cristina. Su candidato era (¿es?) Massa y su ministro de economía, Rubinstein, quien durante el año pasado no dejó de coincidir con el rumbo económico de este gobierno. Por no hablar de Kicillof y el ajuste en provincia.

Están siguiendo el derrotero de una clase social que se muestra incapaz de dirigir al país. Económicamente, porque no sabe qué hacer mientras espera el “milagro” de Vaca Muerta y la minería (un milagro que va a dejar afuera el 70% de la población) y espera que la sostengan hasta entonces. Políticamente, porque el sistema colapsó de tal modo que cualquier outsider se hace con la presidencia del país y, en este caso, se coló un incompetente, acompañado de una fauna bizarra.

El cuadro se completa con la patética imagen que ofrecen quienes se supone que son “la izquierda”, es decir, quienes vienen a combatir contra todo esto. Hablamos del FITU.  Gente valiosa, sin dudas, y sin la mancha de corrupción que inunda a los que retratamos más arriba. Pero que se ha venido comportando como una verdadera colectora de Cristina. No son corruptos, eso es claro, pero apoyaron a la que (junto a su marido) se robó millones de dólares de los fondos públicos. Hasta fueron a su casa a “apoyarla”. No hay una crítica sustantiva al peronismo. Simplemente, se diferencian por “luchar más”. Si luchan más, es porque comparten el mismo programa. Uno no lucha más o menos que un enemigo de clase. Lucha en un sentido diferente.

A la hora de las consignas, el FITU no ofrece ninguna positiva. Solo “contra” el ajuste. ¿Eso qué significa? Solo detener las medidas de Milei. A falta de programa alternativo, es volver a la economía de Alberto… Lo dicho, una colectora, de facto, de Cristina.

¿Entonces? ¿Qué opción tenemos? Primero, repudiarlos a todos. Después, dejar de quejarse y construir. Construir otra cosa: un programa que se anime a salir del eterno círculo vicioso, en el que se suceden liberales y populistas. Un país sin desocupación en serio. Un país que tenga una industria en serio. ¿Cómo? Dejando de pedirle a los empresarios que inviertan. Invierte el Estado. No en empresas inútiles, sino en producción de tecnología de punta para exportar. Para eso, planificamos, no dejamos que el mercado decida por nosotros. Todos con empleo. Todos en blanco. Eso es el Socialismo. Eso propone Vía Socialista.

Vía Socialista. Si, un partido nuevo. Un partido que tiene un plan, una propuesta, que sabe qué hacer si tiene que gobernar y que no responde a los intereses de los empresarios. Para crecer y para que puedas votarnos, necesitamos tu afiliación.

Los que están entregando al país se tienen que ir. Los tenemos que echar. A todos. La Argentina es nuestra. Y nuestra va a ser.

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