El 6 de agosto, realizamos una nueva presentación de Argentina 2050 en una transmisión online. Esta vez, con la presencia del autor (Eduardo Sartelli) y de Pablo Bonavena, docente de la UBA y la UNLP. En este caso, se conversó sobre el balance de la experiencia allendista y sobre el problema de la democracia burguesa. Aquí, un extracto de lo más destacado.
Eduardo Sartelli (ES): La charla de hoy va a girar acerca de un tema de Argentina 2050, que dio que hablar, que es la idea de que nos habíamos vuelto reformistas, por esta cuestión de ir a las elecciones y plantear la posibilidad de una intervención electoral que vaya más allá del testimonio, que vaya más allá de simplemente agitar el programa. Es decir, una intervención electoral que pueda dar como resultado un gobierno socialista y cómo, a partir de ese gobierno socialista (que tendría de socialismo simplemente la voluntad de quien lo encabece), se puede trabajar en el problema central de toda revolución que es la conquista del poder, en el contexto de una evaluación de la situación actual que puede modificarse en cualquier momento. Por el momento en el que nos encontramos, nosotros creemos, que es posible desarrollar un esquema que podríamos llamar “momento allendista”. Es decir, el momento en el que un gobierno de izquierda llegue al gobierno. Y como decía Allende, el problema es conquistar el poder.
Pablo Bonavena (PB): La evocación de Salvador Allende, del proceso chileno, para mí siempre es bienvenida. Entre otras cosas, porque se lo tipifica de una forma que a mí no me gusta: como “vía pacífica al socialismo”. Y, también, como una experiencia “fracasada”. Para mí, el apellido Allende, inmediatamente, me representa la cuestión de la lucha armada en América Latina, y no la cuestión de la vía pacífica. Si hay un cuadro que postuló la cuestión de la lucha armada -teórica y prácticamente-, fue justamente Salvador Allende. Recordemos por ejemplo su intervención, el haber sido el promotor de la conferencia a la primera conferencia sobre la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Bueno, en fin, impulsaba la lucha armada como el camino fundamental del proceso revolucionario en América Latina. La palabra fundamental está dejando abierta la posibilidad de que haya algunas excepciones. Es la fundamental, la preponderante. Mucha gente no lo sabe, por eso digo lo traigo, que por ejemplo cuando se constituye el Grupo de Amigos del Presidente (GAP), la guardia armada que Allende le había encargado al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR),
Es interesante alguna cosita que plantea Argentina 2050, que esto de pensar en situaciones inesperadas. Cuando Salvador Allende le dice al MIR “voy a ganar las elecciones” y le pide una tregua en la acción militar durante la campaña, porque eso lo afectaba (lo usaba la derecha como argumento), el MIR lo hace. Pero fíjate que apenas se resolvió el triunfo de Allende, lo llama al MIR y le pide la guardia armada que le había prometido, y el MIR no la tenía preparada, porque dicen “jamás nos imaginamos que podía haber ganado”. Y eso va a ser hasta el final. El GAP fue sumamente precario. Esto es especulativo totalmente, pero se perdió una gran oportunidad de fortalecer ese grupo y proyectar una milicia armada.
Bueno es ese drama que ahí esboza Engels es lo que enfrenta Salvador Allende. Eso es muy interesante reconstruirlo, porque indudablemente eso aventura el proceso allendista. Habiendo llegado por una vía excepcional, en un momento excepcional, en un lugar excepcional… Yo me dediqué muchos años y siempre sigo vinculado, a la temática del movimiento estudiantil en los ‘60 y ‘70 del otro lado de los Andes. En Chile siempre se decía “Acá conseguimos en el parlamento lo que en la Argentina apenas se arranca en las barricadas…”. Nosotros estábamos en la Revolución Argentina [la dictadura de Onganía] y allá [en Chile] sigue funcionando un sistema democrático, incluso con algunas conquistas, con un grado muy excepcional. Entonces, ahí hay toda una experiencia muy importante. Y esto está en Argentina 2050, en la página 93. Independientemente de cómo uno llegue, se va a enfrentar a un lastre que es la legalidad burguesa. Decís ahí como autor: “Bueno, independientemente de cómo llegues, también vas a enfrentar la reacción político-militar, que habrá que ver en qué grado, en qué circunstancias. Y, además, la capacidad de respuestas de la burguesía”. Ahí hay toda una cuestión muy interesante para recuperar de esa experiencia.
Hay una hipótesis que yo tendería a defenderla. La primera preocupación que tuvo la contrainsurgencia capitalista, allá en los ’70, fue la experiencia allendista por sobre muchas otras experiencias. Si hay una cosa que realmente preocupó de ese proceso de ascenso, que uno empieza a localizar desde el ’68, es la experiencia allendista.
Ya desde unos años antes de la elección que lleva a Allende al gobierno, Estados Unidos invirtió en las campañas electorales contra Allende: 45 millones de dólares proyectados a hoy en campaña electoral con la Democracia Cristiana. Es muy importante señalar en la potencia que tenía, visto desde la contrainsurgencia, la experiencia al socialismo de Chile, por sus derivaciones en Europa. Era una apuesta de la que Allende era uno de los protagonistas en la época. Entonces, el miedo a la propagación hizo que, en gran parte, lo que pasa en Argentina, en Uruguay, en Brasil tiene que ver con la experiencia de Salvador Allende. Tratar de desactivar, por ejemplo, todo giro en el marco de las elecciones. Que además se veían con la necesidad para descomprimir la política Argentina. Había largado el Gran Acuerdo Nacional, con Perón acompañado de un diseño contrainsurgente. El plan Cóndor vino de Europa en el avión. No es una cosa posterior al ‘74. Hasta Brasil tenía diseñado la instalación de una guerrilla dentro de Chile.
Entonces, para cerrar esta parte de la conversación, la convocatoria a pensar la experiencia allendista debería generar, más que desconfianza o distancia, exactamente lo contrario: no sólo un gran interés, sino también una importante reivindicación. Por supuesto, Allende cometió muchos errores (y el manejo de la parte militar seguramente fue uno de ellos), pero hay un dato muy relevante, que me llena siempre de emoción, de fuerza y de moral revolucionaria, que es el último discurso de Salvador Allende cuando dice: “No voy a renunciar y voy a pagar con mi vida mi decisión. Y espero que sea una semilla de conciencia para generaciones futuras”. Yo creo que, efectivamente, Salvador Allende, en ese momento tan dramático, sembró esa semilla. Y es un crimen político tener una reacción automática de rechazo, de toma de distancia. Todo lo que suene a allendismo, a mí, inmediatamente, me convoca.
ES: Entonces, la idea de discutir esto sobre Argentina 2050 y en relación al tema del allendismo, tenía que ver con esto: con la idea de que es importante que la izquierda empiece a pelear en el territorio real. Si no, vamos a terminar otra vez por el 2001. El 2001 fue lo más cerca en la Argentina a una insurrección generalizada. Y sin embargo, no pasó nada. Es decir, la burguesía reconstituyó la situación. Está claro que la crisis no llegó a la profundidad del aparato del Estado, no hubo quiebre… Ni siquiera tuvieron que intervenir las fuerzas armadas. Y no le ganamos a la democracia. Esa es la verdad: no le ganamos a la democracia. El problema es que en ese territorio estamos ahora. Entonces, la pregunta es cómo le ganamos a la democracia sin que haya ese escenario.
PB: Hay una cuestión que es clave de la estrategia, que está insinuada en el libro. Les comento. Yo juego al ajedrez y en ajedrez, ¿Cómo se razona? Se razona “qué pasa si…”. Ese es el ABC de la estrategia. El MIR que le dice que sí a Allende, pero no hace nada. ¿Y qué pasa si gana? Ya que hablaste de la democracia sindical, ¿qué pasa si la izquierda gana en un sindicato? Yo les digo qué pasa: lo devuelve enseguida. No podemos retener los sindicatos. ¿Estamos preparados por si…? Esa idea de proyectar los escenarios… Después uno puede discutir, por ejemplo, el libro de Eduardo: esto está esbozado en la página tal, pero no tiene desarrollo, y tiene tal falencia, tal otra… Pero independientemente de la suerte, de cómo se resuelve, es muy interesante reivindicar como base del pensamiento de la estrategia, el hecho de “qué pasa si”, porque eso organiza el razonamiento en el pensamiento estratégico.
Entonces, es muy interesante reivindicar ese tipo de ejercicio. Prefigurarse los escenarios donde uno va a actuar, porque si bien siempre tiene una cuota importante de probabilística de azar, también es verdad que lo real se desarrolla entre ciertas coordenadas. Vean los primeros renglones del 18 Brumario de Luis Bonaparte…
Con la cuestión de las condiciones de la confrontación, porque eso tiene que ver con la iniciativa: uno no pone las condiciones de la confrontación. Justamente, a uno le gustaría dirimir el conflicto social de una manera: por la disuasión, por la convicción, como haría Alberto Fernández con filminas y que el otro te diga “Che, ¡qué buena idea!”. Hay condiciones de la confrontación. Mientras nosotros estamos acá conversando, la burguesía sigue elaborando planes contrainsurgentes. Y nosotros no trabajamos con hipótesis en tal sentido: qué pasa si, de repente, hay un fenómeno como el chileno en la Argentina. No está mal colocar en la agenda del debate de la izquierda este tipo de planteo. Llega Vía Socialista a la presidencia. ¿Y qué pasa con el GAP?
ES: Hay un punto interesante al comienzo de tu comentario, que es el tema del terreno de combate. Uno tiene que entender que cuando uno está en una posición subordinada, no elige el terreno del combate. El terreno del combate lo elige el que tiene la posición dominante. Vos hablaste del ajedrez. La gran batalla es el control del espacio central. El que arranca, tiene una ventaja. En la vida política, también. La burguesía ya está ahí, domina ese terreno. Uno no elige el término. El día que pueda elegirlo, es porque ya está en una posición muy poderosa.
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Publicado en El Aromo Nueva Época N° 5 – Agosto 2022