Informe sobre la Nueva Política Económica Soviética y las perspectivas de la revolución mundial (selección)
Léon Trotsky
Una vez conquistado el poder, el trabajo de construcción, sobre todo en el campo económico, se convierte en el trabajo clave, y también en el más difícil. Su solución depende de factores de muy variado orden y de diferente magnitud. En primer lugar, del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, y sobre todo de la relación recíproca entre la industria y la agricultura. En segundo lugar, de la cultura general y del nivel de organización de la clase obrera que ha conquistado el poder del Estado. Finalmente, de la situación política internacional y nacional: es decir, si la burguesía ha sido derrotada decisivamente, o si continúa resistiendo todavía; si están en curso intervenciones militares extranjeras; si la intelligentsia técnica se dedica al sabotaje, etc. La importancia relativa de estos factores para la construcción del socialismo sigue este orden. El factor fundamental es el nivel de las fuerzas productivas; luego, el nivel cultural del proletariado; finalmente, la situación política y militar en la que se encuentra el proletariado tras la conquista del poder. Pero este es un orden rigurosamente lógico. En la práctica, la clase obrera, al asumir el poder, se enfrenta inicialmente a las dificultades políticas. En nuestro país hemos tenido los guardias blancos, las intervenciones militares, etc. En segundo lugar, la vanguardia proletaria se tropieza con las dificultades que surgen del nivel cultural inadecuado de las más amplias masas trabajadoras. Y sólo después, y en tercer lugar, la construcción económica choca con los límites establecidos por el nivel existente de las fuerzas productivas. Nuestro partido, una vez en el poder, debía casi siempre llevar adelante su trabajo bajo la presión de las necesidades de la guerra civil. La historia de la construcción económica durante los cinco años de existencia de la Rusia soviética no puede ser comprendida únicamente desde un punto de vista económico. Debe ser abordada en primer lugar, con el barómetro de las necesidades político-militares, y sólo en segundo lugar con el de la conveniencia económica. Lo que es racional en la vida económica no siempre lo es en la vida política. Si me veo amenazado por una invasión de guardias blancos, hago volar el puente. Desde el punto de vista de la conveniencia económica abstracta, esto es un barbarismo, pero desde el punto de vista político es una necesidad. Sería un tonto y un criminal si no volara el puente en el momento justo. […]
Estamos reconstruyendo nuestra economía de conjunto, bajo la presión de la necesidad de asegurar militarmente el poder de la clase obrera. […] Hemos aprendido de la más elemental escuela marxista que es imposible saltar del capitalismo a una sociedad socialista. Nadie puede interpretar mecánicamente los términos de Engels sobre el paso del reino de la necesidad al reino de la libertad. Nadie cree que tras la toma del poder pueda construirse de la noche a la mañana una nueva sociedad. Lo que Engels tenía en mente, realmente, era toda una época de transformaciones revolucionarias que, a una escala histórica mundial efectivamente significaría un “salto”. Sin embargo, al nivel del trabajo práctico, no se trata de un salto, sino de todo un sistema de reformas interrelacionadas, transformaciones y algunas veces emprendimientos muy detallados. […]
¿Cuáles serán las consecuencias del mercado, de la libertad de comercio de los cereales, de la competencia, de los arrendamientos, de las concesiones? Si se da un dedo al diablo, ¿no será necesario entregarle posteriormente un brazo, luego medio cuerpo, y finalmente el cuerpo entero? Somos ya testigos de un reavivamiento del capital privado en el comercio, especialmente a través de los canales entre la ciudad y el campo. Por segunda vez en nuestro país, el capital privado de los comerciantes está atravesando una etapa de acumulación capitalista primitiva, al tiempo que el Estado obrero está atravesando un período de acumulación primitiva socialista. Tan pronto como surge, el capital de los comerciantes busca ineludiblemente deslizarse hacia posiciones industriales. El Estado alquila fábricas a hombres de negocios. En consecuencia, la acumulación del capital privado ahora, continúa no meramente en el comercio sino también en la industria. ¿No es entonces probable, que los señores explotadores -los especuladores, los mercaderes, los arrendatarios y los concesionarios- se hagan más poderosos bajo la protección del Estado obrero, ganando el control de un sector incluso mayor de la economía nacional, desangrando los elementos de socialismo a través del mercado, y más tarde en el momento apropiado, ganando también el control del poder estatal? […]
Sabemos, al igual que Otto Bauer, que la economía constituye la base social, y la política su superestructura. Entonces, ¿todo esto, no significa realmente que la NEP es una transición a la restauración capitalista? Al responder abstractamente a una pregunta planteada de manera abstracta, uno no puede negar, por supuesto, que el peligro de la restauración capitalista de ninguna manera está excluido en general, más que el peligro de una derrota temporaria en el curso de cualquier lucha. Cuando combatíamos a Denikin y a Kolchak, que estaban respaldados por la Entente, corríamos el peligro probable de ser derrotados, como Kautsky esperaba, de un día para el otro. Pero, mientras tomábamos en consideración la posibilidad teórica de la derrota, orientamos nuestra política en la práctica hacia la victoria. Compensamos esta relación de fuerzas con una firme voluntad y una estrategia correcta. Y al final, vencimos. Una vez más, se produce una guerra entre los mismos enemigos: el Estado obrero y el capitalismo. Pero esta vez, las hostilidades ocurren no en la arena militar sino en la economía. Mientras que, durante la guerra civil, se producía un duelo entre el Ejército Rojo y el Blanco para influir sobre los campesinos, actualmente la lucha tiene lugar entre el capital estatal y el privado sobre el mercado campesino. En una lucha siempre es necesario tener una estimación lo más correcta posible de las fuerzas y recursos de que puede disponer el enemigo y las que están a nuestra disposición. […]
Continuamos viviendo en un cerco capitalista. Por este motivo debe plantearse una cuestión: saber si nuestro socialismo incipiente, que todavía tiene que emplear métodos capitalistas, puede ser acaparado al fin por el mundo capitalista. Siempre hay dos partes en una transacción de este tipo: el comprador y el vendedor. Pero tenemos el poder, está en las manos de la clase obrera. Ella decide qué concesiones hacer, sus objetivos y sus alcances.
Nuestra principal arma en la lucha económica que está ocurriendo sobre la base del mercado es el poder estatal. Únicamente los reformistas simplistas no lo comprenden. La burguesía lo comprende, y su historia nos lo prueba. La otra arma de que dispone el proletariado es que las fuerzas productivas más importantes del país se encuentran en sus manos. Toda la red ferroviaria, la industria minera, la masa de las empresas al servicio de la industria se encuentran bajo la dirección económica de la clase obrera. De igual modo, el Estado obrero posee la tierra, y los campesinos contribuyen cada año mediante el pago de cientos de millones de impuestos en especie. El poder obrero controla las fronteras estatales. Las mercancías y el capital extranjero generalmente, sólo pueden acceder a nuestro país dentro de ciertos límites que son juzgados deseables y legítimos por el Estado obrero. Estas son las armas y los medios de construcción del socialismo. Nuestros adversarios tienen ciertamente la oportunidad de acumular capital, incluso bajo el poder obrero, utilizando el mercado libre de los granos. El capital de los comerciantes puede infiltrarse, y de hecho lo hace, en la industria, en las empresas arrendadas. Saca un beneficio de ello, y se desarrolla. Esto es innegable. Pero, ¿cuáles son las relaciones cuantitativas recíprocas entre estas fuerzas opuestas? ¿Cuál es su dinámica? En esta esfera, como en las otras, la cantidad se transforma en calidad. […]
El término “capitalismo de Estado” ha sido propuesto e inmediatamente utilizado con fines polémicos por los revolucionarios marxistas contra los reformistas, y ello con el fin de explicar y probar que la auténtica socialización sólo comienza tras la conquista del poder por la clase obrera. Los reformistas, como bien sabéis, construyeron todo su programa alrededor de las reformas. Nosotros, marxistas, jamás hemos negado las reformas socialistas, pero hemos afirmado que la época de las reformas socialistas sería inaugurada sólo después de la conquista del poder por el proletariado, y éste es el punto central de la polémica. Hoy, en Rusia, el poder se encuentra en manos de la clase obrera. Las industrias más importantes están en manos del Estado obrero. No existe aquí la explotación de clase y, por consiguiente, tampoco existe el capitalismo, aunque sus formas todavía persistan. La industria del Estado obrero es una industria socialista en sus tendencias de desarrollo, pero para desarrollarse, utiliza los métodos que fueron inventados por la economía capitalista, y a los cuales todavía estamos lejos de haber sobrevivido.
Bajo un capitalismo de Estado auténtico, es decir bajo el dominio de la burguesía, el crecimiento del capitalismo de Estado significa el enriquecimiento del Estado burgués, y su poder creciente sobre las masas obreras. Entre nosotros, el crecimiento de la industria estatal soviética significa el crecimiento del socialismo mismo, un fortalecimiento directo del poder del proletariado. Observamos numerosas veces en el curso de la historia el desarrollo de un fenómeno económico nuevo, a pesar de recubrirse de formas antiguas; fenómeno que, por otra parte, se produce por medio de las más diversas combinaciones. Cuando la industria echó raíces en Rusia, todavía bajo leyes feudales, en la época de Pedro el Grande, las fábricas, aunque estuvieran concebidas conforme a los modelos europeos de la época, fueron levantadas sobre bases feudales. Los siervos se encontraban ligados a ellas mediante su fuerza de trabajo (las fábricas recibían el apelativo de fábricas señoriales). Los capitalistas, como Strogonov, Demidov y otros, propietarios de estas empresas, desarrollaron su capitalismo en el interior mismo del sistema feudal. De un modo similar, el socialismo debe dar sus primeros pasos en el centro del ropaje del capitalismo. No se puede llevar a cabo una transición hacia métodos socialistas perfectos tratando de saltar por encima de la propia cabeza, y ello más aún si su cabeza se encuentra sucia y mal peinada, como ocurría con nuestra cabeza rusa. No hay que olvidar esta puntualización que, en todo caso, es exclusivamente personal. Debemos siempre aprender a continuar nuestro aprendizaje. […]
Queda, sin embargo, una cuestión que es importante y fundamental para determinar la viabilidad de un régimen social, a la cual todavía no nos hemos referido. Se trata de la cuestión de la productividad de la economía, no solamente en lo que respecta a los trabajadores individuales, sino también para el régimen económico de conjunto. El progreso histórico de la humanidad puede resumirse del modo siguiente: un régimen que asegura una mayor productividad del trabajo reemplaza a aquellos con una productividad menor. Si el capitalismo reemplazó la antigua sociedad feudal sólo fue porque el trabajo humano es más productivo bajo el dominio del capital. Igualmente, la única razón por la que el socialismo podrá suplantar completamente al capitalismo, de un modo total y definitivo, es que asegurará una mayor cantidad de productos para cada unidad de fuerza de trabajo humano.
Publicado en El Aromo Nueva Época N° 2 – Junio 2022