Por Damián Bil*
Desde la campaña presidencial, se nos propusieron muchos espejos en los que podríamos reflejarnos en un futuro no lejano; depreciándose a medida que se comprobaba la dificultad de alcanzarlos. De la promesa de ser EEUU o Alemania, a bajar peldaños para reflejarse en Irlanda, un espejismo estadístico-financiero; o directamente, como destacó Santiago Bausili (presidente del Banco Central), conformarnos con Perú, quizás organizada institucionalmente, pero con indicadores sociales preocupantes.
En ese debate, surgió como modelo Australia. Se dice que, con similares características a la Argentina, alcanzó su prosperidad gracias a la firma de tratados de libre comercio (TLC), por una apertura creciente, en conjunto con una administración en apariencia liberal.
Esta forma de razonar parece más propia de Luis Solari, cantante ficticio de la hilarante dupla Saborido-Capusotto, que en sus canciones destaca supuestas virtudes de diferentes países que los harían funcionar de forma adecuada; en contraposición a Argentina donde, por la negativa, los mínimos detalles la alejarían del curso de un país normal. Para los liberales, se llegaría a la estabilidad solo modificando algún aspecto particular del comportamiento, o bien liberando tal o cuál variable, como “en otros países”. Esto se dice con escaso conocimiento de esas experiencias, tomando elementos aislados y sin evaluar si las condiciones específicas que explican esos recorridos son replicables aquí.
En este sentido, veamos si el supuesto éxito de Australia se relaciona con esto o responde a razones más complejas.
Las diferencias
Antes de ver si el motivo está en la política económica o en motivos más profundos, hay que aclarar que el ejercicio de repasar experiencias con mejores resultados que la local, no está mal. Pero cuando de ahí se derivan recetas que solo responden a un ingrediente para soluciones urbi et orbi, hay un problema metodológico que vicia de nulidad el “aporte” para pensar políticas de desarrollo. Es necesario revisar las condiciones de producción de riqueza en esos países, que permitieron sustentar las orientaciones políticas generales. Tratemos aquí de repasar este punto, mirando la dinámica del comercio exterior.
Hay que destacar que la acumulación de TLC no asegura el éxito económico. Según la OMC, Turquía o Perú tienen más TLC informados, y en un escalón similar se encuentran Panamá, Armenia y Kazajstán; casos que, como ejemplos a seguir, podrían estar en discusión. Encontramos en la lista naciones que muestran solidez, y otras que tienen una performance más pobre. Ergo, la explicación se encuentra en otro lado.
Revisemos algunos indicadores concretos. Un hito a destacar es que luego de la Segunda Guerra, con la decadencia de Inglaterra y la elevación de los EEUU (menos complementario para nuestro comercio exterior), Argentina perdió el eje con el que se vinculaba en el mercado mundial. Australia mantuvo lazos comerciales sólidos con EEUU e Inglaterra, pero además se acopló a la dinámica industrial del Japón como proveedor de materias primas, sobre todo minería. Luego, se agregaría la demanda de otros asiáticos y desde los ’90, de China, que dio nuevo impulso a las exportaciones y a la inversión en Australia. Elementos difícilmente alcanzables para Argentina en la actualidad.
La diferencia radica en la riqueza minera australiana, demandada por la industria de Asia-Pacífico. En carbón, es el principal exportador, con promedio anual de 44 millones USD (2010-2022). En ese período llega al 1° lugar en la exportación de mineral de hierro; con 129 mil millones USD en 2021. Un solo producto exportó 60% más que toda la economía argentina. Más de 3/4 de esos envíos se destinan a China.
Australia domina más de la mitad del mercado exportador de mineral de hierro y está cerca de ese número en carbón. Además, los oceánicos tienen una participación relevante en la exportación de gas de petróleo, superando a estados como Qatar, Canadá, o Kuwait. Eso le agregó, en 2023, 51 mil millones USD más en exportaciones. Tres productos, con demanda global voluminosa, explican casi 2/3 de la matriz exportadora australiana.
¿Por qué no es el mejor espejo Australia?
Australia exporta cuatro veces más que la Argentina. Su población ronda los 26 millones de habitantes, poco más de la mitad de los que vivimos aquí. Así, podemos entender cómo su exportación per cápita se distancia de la nuestra, a comienzos del siglo XXI: en 2010-2021, fue de 14.680 USD contra 2.173 USD. En los últimos sesenta años, la exportación por habitante creció en un 250%; las de Argentina, 117%. Para este recorrido, se conjugan dos elementos: la escasa capacidad local para ampliar la producción de riqueza y exportaciones; y el boom de la demanda y los precios de las commodities australianas, exigidas por el aparato industrial Asia-Pacífico. Eso la convierte en una estructura eficiente como proveedora de materias industriales para regiones manufactureras en expansión; y para sostener otras producciones y su menor población. Con una clientela con la que Argentina no cuenta en la misma magnitud. Por ello, es difícil replicar ese recorrido. Como señalamos en estas páginas, para alcanzar los niveles de exportación australianos, habría que multiplicar los valores actuales por ocho, superando a países como Japón.
El “éxito” de los oceánicos se explica por un recorrido histórico-económico; por la riqueza concreta y su enganche en la dinámica comercial de las nuevas potencias industriales. Sin ello, difícilmente la política económica obtendría resultados.
Quizás mirando a Oceanía, el gobierno de LLA pretende ir hacia un país agro-minero exportador. Pero sin los recursos del subsuelo ni las posibilidades de Australia, esa trayectoria nos convertiría en una “hermana pobre” de ese país, con el languidecimiento de la estructura industrial, el consecuente desempleo y la falta de actividades para absorber trabajadores, ya que la minería como demuestra el caso australiano no es gran ocupador de mano de obra. Tampoco es solución el subsidio de industriales ineficientes. El desafío es pensar una estructura donde, aún contando con ingresos por recursos naturales, se planifique la asignación de riqueza a sectores complejos, en los cuales la Argentina tiene un desarrollo histórico, donde se obtienen los mejores salarios. Solo así se podrá lograr inserción en renglones superiores a nivel internacional.
*Nota publicada en Deuda Prometida, 09/08/25.