¿Se termina el plan platita de los bancos?

Por Jonathan Bastida Bellot*

Esta semana se dio a conocer el índice de precios mayoristas de mayo por parte del INDEC. Lo que informó fue realmente llamativo: hubo una deflación del 0,3% respecto a abril. Es decir, los precios mayoristas bajaron. Ya unos días antes la Ciudad de Buenos Aires había publicado su IPC que dio 1,6%, similar a los niveles previos a julio del 2020. Estos dos datos fueron usados por el gobierno no solo para mostrar el supuesto éxito de su plan económico, sino también para insultar de nuevo a los mandriles que auguraban el año pasado que la inflación no perforaría el piso del 4%.

Independientemente de las volteretas que Milei y compañía quieran dar sobre la cuestión de la inflación, si miramos en detalle, los números no son tan halagüeños como pretende el gobierno. Para explicarlo, ordenemos ciertos puntos. En primer término, hay que señalar que la inflación no es un problema per se para los trabajadores. Es decir, en diferentes circunstancias, el aumento sostenido de precios puede ser o no un problema. Por ejemplo, para los trabajadores registrados, tanto del sector público como del privado, puede ser un tema relativamente menor si el salario se indexa por paritarias al ritmo de la inflación, o por encima de ella. Ahora, si esto no sucede, o si se encuentra sistemáticamente por detrás de la misma como ocurre por lo general con el sector informal de los trabajadores, la inflación se transforma en una ola para la que no hay contención. Pensemos otro ejemplo: un país como Belindia (ver nuestro análisis en este mismo sitio hace un par de meses), donde hay estabilidad económica, la inflación puede ser un no-problema; pero aquí solo una fracción muy pequeña de la población tiene niveles de vida “aceptables”, mientras que la mayoría de los trabajadores vive en la miseria o en el mejor de los casos con ingresos bajos correspondientes a empleos de baja calificación.

El problema de fondo (que es más importante que el de la inflación) es el poder adquisitivo del salario, o de los ingresos en general de los trabajadores. Justamente, la sociedad le demandó a Milei, cuando lo votó, que baje la inflación para mejorar los niveles de vida de los trabajadores. Los guarismos parecen mostrar que el objetivo de moderar la inflación lo logra… pero a costa de los niveles de vida, que mes a mes son más bajos. Entonces, hay un problema. No falta forzar ninguna estadística, ya que eso se refleja en la información oficial. Claramente, puede verse en los salarios: en términos de los registrados reflejados en el RIPTE elaborado por la Secretaría de Trabajo, a abril si bien hay una leve recuperación del salario real desde comienzos de año, aún está un 7% por detrás del peor momento de los Fernández (octubre 2023) y un 31% por detrás del poder adquisitivo que se tenía en el gobierno de Macri previo a la explosión de la crisis de 2018 y 35% inferior al de mayo 2013. El INDEC presenta la evolución salarial con mayor detalle, ya que desagrega esta variable en registrados privados y públicos y sector informal. Esta serie arroja datos reveladores: mientras que la inflación acumulada entre octubre de 2023 y marzo de 2025 fue de casi el 250%, el salario privado registrado se ubicó un 26% por detrás, el del sector público sufrió el mazazo, con un incremento 78 puntos menor; mientras que el sector informal aumentó sus ingresos nominalmente, pero con un retraso de 29 puntos por detrás del indicador mencionado.

Entonces, con esa pérdida de poder adquisitivo tan pronunciada, la pregunta es cómo llegan a fin de mes las familias trabajadoras. No hay muchas opciones: quienes tienen ahorros, apelando a ellos; o degradando su nivel de vida (menor consumo), o directamente endeudándose. Y ahí el problema se toca con otro ítem discursivo que enarbola el gobierno, en particular “Messi” Caputo: el incremento de los créditos en pesos, que el ministro señala como elemento que demostraría la recuperación económica. No obstante, se omite mencionar un detalle: un tercio de esos créditos corresponden a tarjetas de crédito y más de un quinto a préstamos personales, los cuales aumentaron diez puntos en participación del total desde enero de 2024 a mayo de 2025. Entre ambos, se llevaron este año casi la mitad del total de créditos en pesos del sistema bancario. El crédito al consumo (tarjetas de créditos y préstamos personales) creció en un 56% en términos reales desde que asumió Milei. En ese sentido, la caída salarial se compensa pateando para adelante el problema. Es cierto que hay un pequeño aumento al consumo: en el primer cuatrimestre de este año, las ventas acumuladas en supermercados, centros de compra y mayoristas fueron un 5,8% más en valores reales que las del mismo período de 2024 (aunque aún están 9% por detrás de 2023). Pero el inconveniente que se visualiza no es el incremento de créditos por un boom de consumo, sino los créditos para pagar deuda vieja o bien para, directamente, llegar a fin de mes.

En ese sentido, el Banco Central, en consonancia con el balance de ADEBA (Asociación de Bancos Argentinos) y con lo expresado por especialistas y en la prensa nacional, informó que en marzo la morosidad (falta de pago de vencimientos) en lo que respecta a tarjetas de crédito alcanzó un récord desde la pandemia, con 2,8% puntos. Para los créditos personales, ese nivel llegó al 4,1%, el máximo de los últimos nueve meses, y con un pico del último lustro para los deudores incobrables. Esto es más acuciante en las familias de pocos recursos, agravado por las elevadas tasas de refinanciación de las entidades bancarias y financieras para los que se atrasan en los pagos. Según el Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas (IETSE) de Córdoba, casi el 60% de las deudas de los hogares argentinos con tarjetas se destina al rubro alimentos. Y un tercio de las deudas bancarias son para refinanciar tarjetas de crédito. De los hogares endeudados, más de tres cuartas partes tiene más de dos deudas, destinando buena parte de sus ingresos a mantener el pago de las cuotas. Ello muestra cómo el crédito no responde a un proceso de incremento de los ingresos y del consumo, consecuencia lógica de una recomposición salarial y una dinámica relativamente virtuosa de la economía, sino que se transforma de manera creciente en una forma de supervivencia inmediata para buena parte de la población.

Otro tanto ocurre con los cheques rechazados, elementos utilizados por las empresas en la cadena de proveedores. Eso da cuenta de déficits también en los negocios. Junto al crédito al consumo lo que se disparó fueron los préstamos comerciales, en 71% desde que asumió Milei. Pero no para la expansión de la producción, sino con una lógica similar a la de los hogares. Lejos de los anuncios optimistas del gobierno, en lugar de crecer, en el año y medio de gobierno de LLA la industria local cayó un 3% en su nivel de actividad. En el mundo específicamente “PyME”, la caída es superior al 20%. Al mismo tiempo, solo está en uso el 58% de la capacidad instalada. En ese contexto, la actividad se reciente. De hecho, ya hay noticias que señalan que, por la caída de las ventas, los empresarios se están endeudando para pagar el medio aguinaldo.

Este rápido viaje por la dinámica del crédito nos sirve para comprender mejor algunas variables económicas y revisar afirmaciones de los funcionarios oficialistas. Por ejemplo, se nos remite al Estimador Mensual de Actividad Económica del INDEC para señalar que hoy la economía está mejor que en 2022-23, y que estamos superando la tormenta. El famoso “estamos mal, pero vamos bien” de Carlos Saúl. Pero apenas desmenuzamos las variables que construyen el indicador, queda al descubierto la trampita: la industria manufacturera, por caso, está 3% por debajo de aquellos años, que no fueron precisamente buenos. Por el contrario, intermediación financiera (entre la que se encuentra la actividad bancaria, financiación, etc.), creció un 18% en apenas año y medio. Es decir, el incremento del crédito para endeudamiento de familias y empresas maquilla la retracción de sectores productivos.

La clase obrera más pauperizada había sido el corazón de la base electoral de Milei en las presidenciales. Hoy, está con menores ingresos y endeudada, tanto o más que antes. Quizás, los resultados de las elecciones legislativas recientes, con un alto grado de ausentismo, sea reflejo de otra desilusión ante condiciones irresueltas. Manifestaciones de un desencanto que, de profundizarse la situación, puede resquebrajar las esperanzas de buena parte de los trabajadores con el ajuste libertario.

*Nota publicada en Deuda Prometida, 28/06/25

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